Tener claro lo que se consume es el objetivo último de la
medida que hace sólo unas semanas en Expoliva me comentaban representantes del
sector con enorme satisfacción. Después de bastantes años en los que algunos lo
veníamos reclamando, parecía que la propuesta se convertiría en realidad. En
verdad es algo tan simple como conocer el tipo de producto que hay dentro de
las aceiteras de cualquier barra de bar.
El famoso y saludable desayuno andaluz, catalán, español,
ese que rocía el pan recién hecho con aceite de oliva (preferentemente virgen
extra) es la envidia de muchas gastronomías. Pues bien, de todos es conocido
que en la mayor parte de bares y restaurantes, las aceiteras, ampliamente
distribuidas por barra y mesas suele ser un recipiente de lata, latón, cristal,
plástico y hasta cerámica con la habitual característica común de que no tienen
ningún distintivo externo más allá del nombre del propio bar o restaurante.
El aceite consumido cualquier mañana en los desayunos
requiere la recarga de las aceiteras incluso varias veces. El producto, procede
de una garrafa o bidón de mayores proporciones y que suele encontrarse fuera de
la vista del público.
Esta costumbre ampliamente aceptada por la gran mayoría de
los consumidores, es una práctica con la que unos pocos no estamos de acuerdo
pues nos impide conocer el tipo de aceite que consumimos. Igualmente la
práctica de rellenar las aceiteras hace que, el producto original pierda gran
parte de sus propiedades organolépticas puesto que el aceite procedente de la
garrafa, rápidamente coge todos los defectos del nuevo recipiente y en apenas
unos minutos puede rebajar su categoría muchos escalones.
Para corregir esta mala práctica, se había anunciado la
entrada en vigor de un reglamento europeo para comienzos de 2.014 que incluye la
obligatoriedad en servicios de hostelería de utilizar aceiteras debidamente
etiquetadas y de un solo uso. Esta norma implicaría mayores costos, cierto,
pero también mayor confianza y transparencia, además de mayor información al
cliente que sabría lo que toma y podría conocer y elegir. No es descabellado,
en realidad ya se hace con las porciones individuales existentes de
mantequilla, mermelada, sobrasada, paté…
El incremento de los costos también habría que ponerlo en
tela de juicio. Quizás alguna caja más y por tanto espacio en el almacén. Pero
si el aceite que ponen en las aceiteras transparentes es de calidad, en
realidad no tienen por qué subir los costes de compra de materia prima. Desde
luego el temor a los mayores costos lo tienen hoy los hosteleros que ponen un
aceite de peor calidad y lo camuflan en las aceiteras desetiquetadas.
Esta buena noticia que yo aplaudía junto al sector aceitero
hace unas semanas se ha ido al pozo con el gozo porque la Unión Europea acaba
de decir que retira la norma, según el comisario Ciolos porque “no cuenta con
un apoyo amplio, en especial entre los consumidores”.
Aún estoy asumiendo esas palabras, sinceramente, no acabo de
entenderlo. Justo cuando hay una tendencia unidireccional de los consumidores y
la sociedad por buscar mayor información, por conocer el etiquetado, la
procedencia de los productos, su composición, etc., justo en el aceite se
produce lo contrario. Cuando menos, curioso.
Lo único que puedo reprocharles a los consumidores, a mis
compañeros de barra de desayuno en general, puede ser su permisividad, su condescendencia,
su amabilidad, su paciencia, su educación por no dar un puñetazo cada mañana
para exigir el mejor producto debidamente presentado y etiquetado.
España es el mayor productor mundial de aceite, el lugar del
mundo donde se produce más y mejor aceite, pero no lo cuidamos ni defendemos.
Aún son demasiadas las miles de toneladas de aceite que exportamos a granel
para que sean otros los que lo envasen en esas pequeñas botellas que (según el
comisario) no queremos que se pongan en los bares y restaurantes.
El aceite de oliva está arrasando en el mundo, y en su
origen, en su cuna, aún hay demasiados que siguen dudando si tiene mejores
propiedades que otros aceites y grasas sustitutivas. En demasiados pueblos de
nuestra geografía se sigue prefiriendo el aceite de bodega, el añejo por su
mayor cuerpo e intensidad de sabor. Esas costumbres acaban trasladándose a las
ciudades en forma de aceiteras pringosas que desprenden olor a rancio, óxido y
ajo viejo.
El hostelero que se preocupa por su negocio, por la calidad
de los productos que ofrece a su clientela ya tiene desde hace tiempo pequeñas
botellas etiquetadas que luce orgulloso en sus mesas y en las estanterías
detrás de las barras. Reparad en este detalle cuando entréis en un local,
aceite etiquetado y visible es una gran pista que asegura la calidad del
establecimiento. Es hora de aplaudirlos y premiarlos con nuestra confianza y
fidelidad.
1 comentario:
Y hoy 6 de Marzo de 2017 en que estamos con respecto a esta norma, no desayuno mucho en restaurantes pero tengo curiosidad.
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