Con unos tiempos muy calculados, se ha hablado durante dos
días de José A. Griñán. Ahora se habla de Susana Díaz. Desde luego es de gran
relevancia el cambio de persona dirigente del principal partido político de
Andalucía. En política son muy importantes las personas, claro.
En política y en el resto de facetas, al fin y al cabo un
partido político no es más que una organización de personas, y el paso del
tiempo es inexorable, ineludible, te dediques a lo que te dediques.
En toda organización, el cambio de cabeza visible, remueve
entrañas. Se destapan riesgos, temores y también esperanzas. Yo,
particularmente, conozco mejor estos cambios en las empresas, y en la mayoría
de ellas, se afronta como un proceso natural, lógico, incluso sano, el aire
fresco siempre es bueno. A partir de ahí, entran en juego las características y
particularidades de cada organización para que luzcan las grandezas o las
miserias propias de cada lugar, entran en juego, en definitiva las personas que
integran cada organización.
Algunas entidades son muy personalistas, y la figura del líder,
normalmente el fundador, preside cualquier acto, cualquier reunión, no solo con
el retrato en la sala de juntas, sino con la coletilla de “lo que él hubiera
hecho”, “lo que él hubiera dicho”. En realidad hay dirigentes que nunca acaban
de irse. Otros lo hacen de manera silenciosa, de forma elegante, como queriendo
que nadie note su ausencia, que la maquinaria no se pare aunque él no esté.
Otros en cambio prefieren hacer ruido y llenan de pompas, a veces medio
fúnebres sus actos de despedida, sus últimas decisiones y los nombramientos que
realizan. Todo fin de fiestas tiene al fin y al cabo una traca de cohetes.
Sea cual sea la idiosincrasia de cada renovación, lo
importante es, de un lado, saber si se trata de un relevo o si se trata en
cambio de una sucesión. Saber si existen reales ansias renovadoras o
simplemente es el paso de testigo, de un cambio de cara visible pero el fondo
sigue siendo el mismo. El resto de personas y entidades necesitan saber si se
avecinan cambios en las formas, en el fondo, en los objetivos, en los
procedimientos, en las pretensiones. Aclarar este aspecto descifra y despeja
las dudas, temores y esperanzas de todos aquellos que interactúan, que se ven
afectados.
Para decidir si es más interesante un relevo o una sucesión,
deben tenerse en cuenta los grupos de influencia, a aquellos que van a
beneficiarse o perjudicarse del cambio, porque un hecho es claro e inevitable,
algo va a cambiar, la cuestión es el qué.
En una empresa, por ejemplo, suele tenerse siempre muy en
cuenta los intereses de los accionistas, los empleados y los clientes, sus
intereses, sus pretensiones, porque el futuro de la organización puede depender
de cómo éstos acojan el cambio.
En el caso del PSOE en Andalucía, debería tenerse en cuenta
si el cambio se hace pensando en los integrantes del partido, en los afiliados
o en los ciudadanos porque hoy el PSOE es partido de gobierno. En mi opinión,
se está teniendo en cuenta en esta sucesión (que es el término más adecuado),
en primera instancia los intereses de los integrantes del partido, después, a bastante
distancia, los intereses de los afiliados y en último lugar, casi sin dejarles
consideración, a los ciudadanos.
Se valora en primera instancia una organización aferrada a
un poder que piensa indefinido y que sin él no sabría qué hacer. Se tiene en
cuenta después toda la red clientelar que se ha tejido con los treinta años de
gobierno. Con todo eso, los intereses de la ciudadanía, del andaluz medio, no
tiene sitio en la decisión que acaba de hacerse pública.
Cometen un error de bulto. Si el PSOE en Andalucía no
comienza a dar pasos decididos y contundentes que hagan pensar que hay proyecto
para Andalucía del siglo XXI, que hagan creer que los partidos se acercan a los
ciudadanos, que evidencien que nuestras preocupaciones son sus preocupaciones,
el cambio tendrá las patas muy cortas.
Acciones como la puesta en marcha de primarias abiertas,
reducción drástica del aparato de partido, políticas de honestidad y
transparencia, depuración de responsabilidades y expulsión de cualquier implicado
en casos fraudulentos o la definición de un verdadero proyecto territorial para
Andalucía son indispensables para que el ciudadano andaluz no les muestre su
hastío en cuanto tenga oportunidad.
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