No se hace el gobierno para las leyes sino al contrario
decía Dante. En la composición del estado, todo debería estar al servicio del
ciudadano, y eso, desde luego, incluye al gobierno. El ciudadano como centro
del Estado, puede y debe pedir que su construcción y desarrollo, que la senda
del mismo lo ampare, lo ayude, lo proteja y, por qué no, le permita
desarrollarse como individuo y colectivo.
El ciudadano debe requerir este principio básico, debe
hacerlo de manera exigente, con contundencia si es necesario. Lo que ocurre es
que con la indebida apropiación de ciertas acepciones de las palabras que ahora
algunos hacen, el ciudadano que demanda aspectos como este, es rápidamente
calificado de fanático, y ese concepto, hoy, tiene un sentido absolutamente negativo
en política, aunque no siempre fue así como describe Klemperer en sus “Apuntes de un filólogo”.
Que te califiquen con términos como fanático, o peor aún,
demócrata, federal, liberal, conservador, izquierdista, se convierte en un
estigma, una marca, que permite identificarte y señalarte si es necesario con
el dedo. A muy pocos les gusta ser señalados. Toda cadena es tan fuerte como su
eslabón más débil. Y unos pocos se sirven de la timidez política para
mediatizarnos, coartarnos, cohibirnos incluso. Por esto (y otros motivos) las
instituciones públicas están cada vez menos conectadas con la gente de la
calle.
El silencio del ciudadano entendido como una falta de
peticiones expresa, la falta de pronunciamiento claro es tomada por
confirmación tácita, silencio positivo que diría el ordenamiento jurídico, por
parte de las entidades interesadas para convertir su propio interés en el de
todos. A lo mejor es por esto por lo que no le encuentro sentido a la
grandilocuente frase de “un gran proyecto político de largo alcance” que acaba
de decir Griñán que tiene para Andalucía.
Como ciudadano, pido, exijo que no malgasten las próximas
semanas en historias partidarias que no beneficiarán a Andalucía. El tiempo,
los recursos son escasos, tiemblo de pensar que los valiosos meses que quedan
por delante de legislatura sean arrojados por la borda centrando la atención en
una cuestión particular que ignora los problemas de la sociedad.
Cual fanático repudiaré que dirigentes del gobierno empleen
su tiempo, sus energías y nuestros medios e impuestos en un aspecto
estrictamente personal. Tirito sólo de pensar en el consejo de gobierno de
mañana tras el anuncio hecho por Luis Planas.
Mientras, en la calle, Andalucía sigue sudando la gota
gorda.
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