miércoles, 18 de septiembre de 2013

Aquel proyecto, Las Aves y El Viento


Las Aves y el Viento resultó un trabajo realmente enriquecedor y estimulante. En el desarrollo de dicho proyecto, tratamos de averiguar el impacto que para las aves planeadoras, en plena migración, suponía encontrarse de repente en un recorrido, realizado por incontables generaciones, aquellas nuevas moles, columnas verticales con unos amenazantes brazos que no paraban de moverse, haciendo peligrar la vida de cualquiera que volase cerca. En ese momento, los molinos eólicos eran aún muy raros, apenas existían unos pocos parques en la zona del Estrecho de Gibraltar.

El grupo de voluntarios que tuvimos la suerte de participar en aquel proyecto de la mano del Colectivo Cigüeña Negra y la Estación Ornitológica de Tarifa compartimos unas intensas semanas en las que las amplias jornadas en los puestos, esperando el paso de las aves, las caminatas haciendo transeptos y los censos, se fundían con las horas de asueto en una Tarifa deseosa de dar cancha a toda la efervescencia juvenil que rebosábamos.

Aprendimos de vientos, de pájaros, de energía eólica y también de convivencia y camaradería. Llegamos a explorar los límites físicos de nuestro propio cuerpo. Y también, desde luego, y ante todo, pusimos todo nuestro esfuerzo y empeño en poner nuestra pequeña contribución al conocimiento y a la ciencia, aprendimos que aquello de las energías renovables tampoco era tan limpio, mágico e inocuo como pretendían hacernos creer y descubrimos que a los pies de los molinos también existían cadáveres y manchas de aceite que partían de cualquier bidón tumbado y olvidado.

Hoy son muchos más los aerogeneradores sembrados por toda la geografía española. En el área del Estrecho de Gibraltar son casi mil las torres eólicas que hoy funcionan y, claro, los impactos de las aves pasa por ser la consecuencia más grave y directa de estas instalaciones. En numerosos parques se han establecido obligaciones de vigilancia permanente para impedir colisiones de la avifauna que están logrando mitigar el impacto, pero como ya pudimos comprobar en aquel proyecto pionero, para lograr prevenir y minimizar el daño queda aún mucho por hacer e investigar.

Han pasado quince años de aquella experiencia que nos dejó huella a muchos. Las experiencias intensas marcan, y muchos de nosotros no podemos reprimir la sonrisa al acordarnos de aquellas jornadas en septiembre del 98. Puedo decir con orgullo que se fraguaron allí preciosas amistades y hoy continúan siéndolo a pesar de que vivamos en lugares distantes y nuestras vidas cotidianas hayan cogido el rumbo más dispar. Algunos seguimos gastándonos las mismas bromas aunque desde el respeto que otorga la madurez (No os riais, es lo que procede en esta parte del texto).

Mi sincero y justo agradecimiento, es cuanto puedo deciros.








 

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