viernes, 4 de octubre de 2013

El capital japonés y el vendedor de humo


Entiendo que es una de las funciones del jefe del gobierno: vender su país. Es en ese contexto en el que encuadro la visita de Mariano Rajoy a Japón. España lo que hoy necesita es inversión extranjera, al menos eso creen los que están aplicando hoy arrajatabla las políticas neoliberales. Japón tiene capital, hay que ir a buscarlo.

Y de ahí todos los agasajos, el salto por todos los aros necesarios y todos los gestos de confraternización. Por eso, alardear de los últimos datos y augurar grandes expectativas para los próximos meses y años, hay que engatusar al cliente.

Todos los buenos comerciales tienen sin embargo bien aprendido, que después de haber lanzado el humo tiene que haber algo consistente detrás porque si no, la venta es única y el cliente, no solo se pierde sino que acabará hablando mal y ahuyentará a otros.

La extrema debilidad de la economía española hace que cualquier resbalón internacional haga peligrar el castillo de naipes. Ahora, por ejemplo, es hora de poner velitas para que los partidos norteamericanos se entiendan antes del 17 de Octubre. Probablemente, después venga otra cosa. Lo mismo hay que poner un servicio de urgencias permanente en el ministerio de economía.

Y no solo se está a expensas de lo que pueda ocurrir fuera. Cuando la casa da muestras de estar desordenada, como la sentencia del caso Malaya, como la errata de 10.000 millones detectada en los PGE, como los conflictos sociales derivados de medidas que recortan servicios esenciales; cuando el modelo se resiente por muchos sitios, se hace más difícil embelesar a gente que probablemente sean de todo, menos ingenuos.

Rajoy tenía que ir a Japón a buscar inversión, claro, pero no tenía por qué sobreactuar, en las formas y en el fondo. Los vendedores de humo son conscientes de que solo podrán hacerlo una vez, después el cliente aprende y escarmienta. Lo mismo es que el presidente solo quiere y necesita mirar en el corto plazo.

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