jueves, 31 de octubre de 2013

Hablemos de mecenazgo

Las medianías en el plano de pedir/dar dinero son escasas. Lo habitual es que nos produzca cierto pudor hablar de dinero;  en el plano opuesto están los descarados que te piden el precio o te ponen la mano para iniciar la conversación.

Ese recelo tiene mucho de cultural, de histórico y de religioso. No es usual que en España sepamos los sueldos de nuestros amigos, lo que pagan de hipoteca o lo que deben a los bancos. La realidad económica de una familia, de una empresa trasciende ante un punto de inflexión, un hecho contundente que exige contar la situación de liquidez o de solvencia.

Que la manera de convivir por acá es distinta de otras partes del mundo es sabido;  Que aquí hay cosas que se hacen mejor y otras cosas que se hacen mejor en otros lugares, son afirmaciones de consenso, pues bien, miremos a propuestas que ofrecen importantes soluciones a problemas actuales y que se desarrollan con enorme fluidez en otros lugares.

Cayo Mecenas
El mecenazgo es una fórmula que funciona en numerosos países, que permite hacer realidad proyectos maravillosos, que genera y redistribuye riqueza, que genera empleo, cultura, conocimiento, identidad, prosperidad, que contribuye a la conservación, a la eficiencia, a la cooperación, a la innovación. Sin embargo, en España, el modelo de mecenazgo no termina de asentarse.

La solución no pasa por una ley, que es cierto que pueda ayudar en ciertos aspectos, la solución no pasa por enormes beneficios e incentivos fiscales, ni tan siquiera por darle mucho bombo y platillo a los proyectos que funcionan que también los hay. Esto del mecenazgo no lo llevamos en la sangre.

El mecenazgo, en lo más adentro, en su esencia, lleva un ingrediente que nos cuesta propagar, es la confianza. Porque al fin y al cabo, llevar a cabo una acción de mecenazgo, aportando dinero, aportando bienes, aportando contactos, difusión o imagen, creando una entidad o participando de alguna existente; convertirse en un mecenas, supone otorgar un gran voto de confianza a alguien o a un proyecto. De eso aquí gastamos poco.

Poner al servicio de un proyecto un capital, un patrimonio, una imagen, una marca o unas influencias de las que se dispone previamente, aquí, cuesta mucho, más que en otros sitios. Por aversión al riesgo, claro, pero sobre todo porque antes que el dinero, hay que regalar confianza y esa, la tenemos agarrada, anclada para prestarla en dosis pequeñas a unos pocos allegados.

Aferrados a ese esquema vital, estamos dejando escapar y morir oportunidades maravillosas. Tenemos artistas, emprendedores, conservacionistas, acciones solidarias,…, realmente revolucionarias esperando el empujón adecuado. Hoy en España, los promotores de estas ideas asumen la desconexión existente entre los que diseñan y empujan proyectos y los que pueden ofrecerles respaldo económico y financiero..

A la vez asistimos a un fenómeno ya viejo en España, demasiado capital y patrimonio acaba manoseado, ninguneado, mal empleado en los procesos de herencia, acabando en destinos poco deseados por los que lo reunieron., segmentado y en demasiadas ocasiones abocado a agotarse en si mismo. En este país, se piensa en el destino del capital conseguido tras la muerte, pero se piensa poco en su empleo mientras aún queda vida, con la de cosas que hay por hacer!

Tenemos que hacernos mayores en este capítulo, el crowdfunding, tan de moda, no es más que una fórmula de micromecenazgo donde grupos de amigos o simpatizantes, o a veces no tan conocidos, confían en los promotores de un proyecto y lo apoyan para su puesta en marcha. Está funcionando, está dando muchas alegrías, aumentemos el esquema de pensamiento, solo es necesario hablar de menos mecenas que aporten mayor volumen de capital.
 
Resulta curioso cómo, en una sociedad tan individualista como la norteamericana, existe un concepto muy arraigado y desarrollado de filantropía. Las grandes fortunas tienen la idea de devolver a la sociedad una parte importante de lo que ésta les aportó para su propio crecimiento, y se realiza de manera pública, existe incluso un ranking de mecenas. De manera provisional, en 2.013, está encabezado por Leonard Lauder que donó 770 millones de euros al Metropolitan Museum of Art de Nueva York, seguido de Michael Bloomberg, que ha donado 270 millones de euros a la Universidad Johns Hopkins y de Muriel Block que ha entregado 124 millones de euros a la Universidad Yeshiva.

Algunas cifras pueden resultar reveladoras Según datos de la Asociación Española de Fundraising, sólo el 19% de la población hizo donativos regulares o puntuales durante el 2012, mientras que en países como Alemania se llegó al 32% y Francia alcanzó el 53%. En Austria, el país más altruista per cápita de Europa, el 61% hizo algún tipo de donación durante el año pasado.

En 2012, por ejemplo, los centros superiores de enseñanza en Estados Unidos recibieron donativos por valor de 18.600 millones de dólares, aproximadamente  el presupuesto del ministerio de educación español de cuatro años. El campo de los servicios sociales recibió en Estados Unidos en 2012 unos 10.929 millones de euros, la cooperación internacional 9.005 millones de euros, la salud 5.387 millones de euros, o los centros médicos y hospitales 3.771.

En España, aún resuenan (críticas y alabanzas) los 20 millones que la Fundación Amancio Ortega entregó a Cáritas. Hasta ahora, la mayor aportación de un mecenas dirigida al fomento de la ciencia en España es una ayuda de 16 millones de euros de la Fundació Cellex al Institut Català de Fotònica (ICFO) para la contratación de personal especializado y la construcción del edificio Nest-Cellex.

La motivación del mecenas, pasa por considerar que sus donativos permiten mejorar el mundo, pero a la vez quieren saber que el dinero se utiliza eficazmente, en ese sentido, un mecenazgo no es más que una fórmula de inversión con una importante carga de solidaridad. Como a todas las inversiones hay que ofrecerles retorno, no monetario en este caso, pero si en forma de avances científicos, mejora de las condiciones de vida, conservación de espacios y especies, obras y espacios de arte, etc.

Para incorporar el modelo de mecenazgo a nuestra dinámica económica y social necesitamos desarrollar nuestro concepto filantrópico y romper con estereotipos y de otras épocas que nos llevan al vagón de cola. El mecenazgo permite conectar a gente que quiere hacer cosas con gente que puede permitir que se hagan. Por el camino ganan, primero ellos y después, por extensión, todos.

En un momento en que el modelo clásico de financiación está obturado, en una situación donde la sensación de bloqueo coarta brillantes iniciativas, ahora que a los inversores les cuesta encontrar donde emplear su capital y patrimonio, el mecenazgo ofrece respuestas, sólo debemos confiar los unos en los otros.

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