Mi mayor respeto y reconocimiento para aquellos que siguen
saliendo a la calle a defender derechos y libertades comunes. La movilización
ciudadana exige mucha fortaleza y si es necesario continuarla en períodos
largos de tiempo, el desgaste y el agotamiento hacen acto de presencia. Entonces,
se convierten los principios y valores en motores de la acción.
En las próximas semanas están previstas diversas
movilizaciones con todo el sentido, de gran calado. Las promueven aquellos que
intentan transmitir al resto de la ciudadanía que aunque parezca que no pasa
nada, en realidad si que está pasando.
Está ocurriendo que mucho de los avances sociales
conseguidos a lo largo de los últimos años se están recortando, minorando,
incluso desapareciendo. Los convocantes intentan con las movilizaciones que el
sentir popular ponga freno y remedio a lo que algunos estudios apuntan ya, que
el mejor momento de progreso social de las últimas décadas ya ha pasado y que
tardaremos muchos años en volverlo a alcanzar.
Hay que posicionarse de manera pública pues la inacción nos
autoexcluye. Si no nos pronunciamos, otros lo harán por nosotros. No se trata
de tener que elegir entre ser un antisistema o ser mayoría silenciosa, consiste
en opinar y participar de la vida pública de la vida en común que en realidad
es parte vital de la propia y privada.
Se están produciendo cambios en aspectos como la sanidad, la
educación, los servicios públicos, el régimen laboral, el régimen judicial, en
el modelo energético,…, creo que lo menos es decir si nos parecen bien o no.
Con aquella papeleta que dejamos en una urna (los que lo hicimos) hace un par
de años no tenemos el expediente mínimo cubierto. Podemos ser avestruz, pero no
avestruz y tontos.
Cualquier observador internacional que llega a nuestro país
se sorprende de la paz social que existe a pesar de la precarización de la situación
de millones de familias, es el momento en el que le explicamos la importancia
de esa bicefálica ong que es la familia y los amigos que está permitiendo que
la vida siga fluyendo. Cuando el observador internacional vuelve a insistir y
comenta que esa fuente tampoco es inagotable, nos quedamos sin respuesta, casi
preferimos no imaginar que podría ocurrir entonces. Va siendo hora que lo
vayamos contemplando como opción posible.
No puedo evitar ver en la inacción ingredientes como la
impotencia o la sumisión, un entregarse a factores sobre los que no se puede
actuar, sobre los que tan si quiera se puede influir. Llegamos a no poner las
noticias para evitar conocer. Estrangulamos nuestra parte de sujeto público
haciendo válida la máxima aquella de callar y otorgar.
De manera individual somos granos de arena, pero sumando
esfuerzos podemos construir montañas, o diques de contención, lo que nos
propongamos.
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