En primera persona y en presente discurren siempre los
sueños. Sólo cuando despiertas y tomas distancia disgregas realidad y ficción.
Ambas nunca terminan de desconectarse y ocupamos mucho
pensamiento en valorar cuanto de lo soñado es irremediablemente imaginario y
qué parte puede llegar a cumplirse.
Personajes de ficción y grandes científicos se han
ocupado y preocupado por ello. Albert Einstein, por ejemplo, decía que “La
realidad no es otra cosa que la capacidad de engañarse que tienen nuestros
sentidos”, y Freddy Krueger consiguió hacernos
creer que era posible traer a la realidad el temor más profundo.
No podemos olvidar a Sigmund Freud que consiguió, él
primero, y que después otros muchos de los sueños un medio de vida. Decía, “Cualquiera que despierto se comportase como lo hiciera en
sueños sería tomado por loco”.
Mucho del disfrute de la vida lo encuentro en la actitud
hacia los sueños. Algunos temen soñar, otros se muestran indiferentes, como si
no fuesen parte de su vida. A unos pocos nos encanta hacerlo y los hay incluso
que están deseando refugiarse en sus sueños.
Uno de mis poetas favoritos vuelve a hablar de los sueños
como si de vida real se tratasen:
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