lunes, 30 de diciembre de 2013

Turismo rural y parques temáticos


Echarse al campo, patear toda la mañana, no encontrarse a nadie. Volver al pueblo, pedir lo que hay en el único local abierto al público. Que la gente del lugar, sin haberle preguntado se acerque para darte indicaciones y consejos para tu estancia en la zona. Es posible, aún es posible saborearlo, aunque hoy no es lo habitual.

Algunas comarcas rurales han vivido una pequeña gran revolución en su vida gracias al turismo. El descubrimiento del campo por parte de una generación que ha nacido y crecido urbana se ha convertido en una fuente de riqueza para algunos rincones que se encuentran más cerca y accesibles de lo que nos habíamos pensado.

Disfrutar de un sendero, de la gastronomía y artesanía serrana, de las preciosas casas rurales, se ha convertido en una actividad realmente pujante que explica el auge de la construcción en pueblos donde hoy conviven casonas semiderruidas con modernas instalaciones perfectamente aclimatadas en invierno y con piscina en verano. En Andalucía, por ejemplo, la oferta de alojamientos rurales no ha parado de crecer, el 2.012 se cerró con 10.959 plazas disponibles en 1.178 casas rurales censadas.

Hace unas semanas pude recorrer la comarca de Las Hurdes. Una tierra que en el ámbito turístico tiene duros competidores cercanos y más accesibles como son El Jerte, La Vera, Las Batuecas. Esta circunstancia y su recio clima pueden ser las causas principales de que la zona siga conservando una impronta tan singular como auténtica, valiosa.

Las Hurdes conserva un sello, unos rasgos identificativos propios que echan sus raíces mucho tiempo atrás y que hoy son sus grandes atractivos. Sin duda es uno de los grandes retos de las comarcas interiores que quieran tener en el turismo una de sus fuentes de riqueza, encontrar el equilibrio entre la oferta de alojamientos y servicios y la pervivencia de los rasgos culturales, sociales, gastronómicos, históricos y naturales que los identifican.

El denominado turismo rural, tras una primera explosión en la década pasada, va a seguir evolucionando. Los responsables territoriales de las comarcas, situados hoy en sillones de alcaldía en municipios con encanto o cabezas de condado, presidentes de mancomunidades, responsables de la gestión del territorio de consejerías, tienen hoy una importante responsabilidad.

Atraer visitantes a comarcas recónditas, dotarlas de infraestructuras y servicios sin llegar a convertirlas en parques temáticos es una tarea delicada que se  ha comprobado que no todos saben hacerlo. Conseguir el arraigo y una vida digna en pequeños pueblos sin que exista la necesidad de disfrazarse para los turistas todos los días no debería resultar tan difícil.

Convertir el turismo en la principal fuente de riqueza de un municipio serrano lo aliena, lo ahueca. Puede ponerle una fachada más bonita pero lo va despojando de contenido. Por eso, lo más complicado pasa por conseguir que los pueblos sigan teniendo su actividad y su economía tradicional, y que el turismo se convierta en una actividad adicional. Esa es la gestión económica y social vinculada al territorio, que hoy, tristemente se encuentra desaparecida.

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