martes, 21 de enero de 2014

Inocentes, dormidas


A la mente me vienen numerosos refranes, esos que Alejandro Jodorovski llama “psicoproverbios”. Frases como aquellas que recuerdan que quien con fuego juega, acaba quemándose,  el que la sigue la consigue, tanto va el cántaro a la fuente,…, o aquel otro que dice que si Dios quiere castigar a una hormiga, le da alas, aparecen en mi memoria en diversos pasajes de un relato tan conmovedor como inquietante.

El recorrido interior al que Kawabata somete a Eguchi en La casa de las bellas durmientes se hace intenso y se mueve continuamente entre polos : entre la juventud y la ancianidad, la acción de la voluntad propia y la entrega del ser inerte, la generosidad o el egoísmo.
Todo en el relato tiene algo de inquietante, la propia motivación cambiante de Eguchi, la señora que lo recibe o el origen de las bellas damas. Todo un mundo encierra aquella casa que se aísla del resto escondiendo incluso el paisaje que solo puede imaginarse tras la oscuridad de las ventanas.

Mientras lo recorres, aparecen unas sensaciones, cuando lo acabas otras y cuando lo reposas otras distintas.

Chicas que lo acompañan en sus pensamientos que no hacen sino recorrer su vida a través de las mujeres que la han poblado, justo cuando parece que ya no hay posibilidad de ninguna otra. Excelente.

Los viejos tienen la muerte, y los jóvenes el amor, y la muerte viene una sola vez y el amor muchas”. Yasunari Kawabata

No hay comentarios: