Como en el despegue de un cohete, el arranque de cualquier
proyecto necesita al principio grandes dosis de energía. El primer movimiento
se convierte en crucial, aunque sólo sea porque se elige una dirección y se
adopta un ritmo. En una carrera de fondo suelen costar mucho más los primeros
pasos que los últimos kilómetros.
Cuando el objetivo es ambicioso, cuando la cima es alta,
cuando no tenemos experiencias previas, el inicio está marcado por la
meditación en vez de la acción. Dedicamos mucho tiempo a pensar en la tarea que
tenemos por delante y poco a ir andando camino. “Un viaje de mil millas empieza
con el primer paso”, Lao-Tsé. Buen recordatorio de cabecera.
La inseguridad, la pereza, los estímulos disuasorios
internos y externos, se convierten en muros que hacen que agolpemos en un cajón
las iniciativas pendientes de comenzar.
Nunca parecemos encontrar el momento adecuado, nunca se dan
las circunstancias idóneas, toda la confederación galáctica parece estar aliada
para frustrar el intento. Para llegar a la cima hay que comenzar por atarse
bien las botas de caminar.
Sólo hay una vía. Dice Ignacio Novo “Comprométete con tu
meta como si te casaras con ella. No te quites mentalmente nunca las botas de
caminar. Prepárate para padecer, y no
solo la abrupta dureza del camino o las inclemencias del tiempo, sobre todo la
incomprensión de los perezosos que intentarán que renuncies. Descarta los
atajos y los rodeos. No tengas miedo a las subidas y controla tu ritmo en las
bajadas. Exígete todos los días un paso más, aun cuando estés ya vacío de
energía”.
Es buen momento para empezar, por qué no?
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