jueves, 20 de marzo de 2014

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Como en el despegue de un cohete, el arranque de cualquier proyecto necesita al principio grandes dosis de energía. El primer movimiento se convierte en crucial, aunque sólo sea porque se elige una dirección y se adopta un ritmo. En una carrera de fondo suelen costar mucho más los primeros pasos que los últimos kilómetros.

Cuando el objetivo es ambicioso, cuando la cima es alta, cuando no tenemos experiencias previas, el inicio está marcado por la meditación en vez de la acción. Dedicamos mucho tiempo a pensar en la tarea que tenemos por delante y poco a ir andando camino. “Un viaje de mil millas empieza con el primer paso”, Lao-Tsé. Buen recordatorio de cabecera.

La inseguridad, la pereza, los estímulos disuasorios internos y externos, se convierten en muros que hacen que agolpemos en un cajón las iniciativas pendientes de comenzar.

Nunca parecemos encontrar el momento adecuado, nunca se dan las circunstancias idóneas, toda la confederación galáctica parece estar aliada para frustrar el intento. Para llegar a la cima hay que comenzar por atarse bien las botas de caminar.

Sólo hay una vía. Dice Ignacio Novo “Comprométete con tu meta como si te casaras con ella. No te quites mentalmente nunca las botas de caminar. Prepárate para padecer,  y no solo la abrupta dureza del camino o las inclemencias del tiempo, sobre todo la incomprensión de los perezosos que intentarán que renuncies. Descarta los atajos y los rodeos. No tengas miedo a las subidas y controla tu ritmo en las bajadas. Exígete todos los días un paso más, aun cuando estés ya vacío de energía”.

Es buen momento para empezar, por qué no?

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