viernes, 28 de marzo de 2014

Hacer política turística como inercia



Cuesta encontrar diferencias entre el turismo actual y el de los años 60. Sol y playa. Pueden ser ya decenas, los planes estratégicos que incluían en sus páginas la necesidad de la desestacionalización y la atracción de visitantes con alto poder adquisitivo que tuviesen un gasto diario más alto y en sectores y actividades más locales, que generaran empleo y dejasen riqueza en los lugares que visitaran.


Cierto que el año pasado fue un gran año. En 2013 llegaron a España más de 60 millones de turistas extranjeros, que se dejaron 56.000 millones de euros, el 6% del PIB. Andalucía acogió 7,8 millones de esos viajeros. En conjunto, para Andalucía el turismo supone el 21% de su economía lo que lo convierte en su principal industria en dimensión económica y de empleo.


Incluyendo los viajeros nacionales, Andalucía tuvo en 2.013, 22,5 millones de turistas lo que supone un aumento del 4,1% respecto al 2.009, el mejor ciclo hasta el momento. Los ocupados en el sector turístico andaluz llegaron a los 313.093 empleados, sin embargo, una de las grandes preocupaciones del sector son los cierres en temporada baja que contrastan con el record de visitas que se tuvo durante el verano.


Para aumentar la fortaleza turística de Andalucía, acaba de diseñarse la marca “Andalucía de cruceros”, con el objetivo que recalen en sus costas los flujos de barcos que se mueven por el Mediterráneo. La ciudad de Sevilla tiene una alocada carrera para conseguir el dragado de “su” río y conseguir entrar en el circuito.


Lo llamativo es que, a la vez, se esté reduciendo la oferta de cruceros turísticos por el Mediterráneo. Vamos, cuando otros mucho ya vienen. Las inercias y las repeticiones están ancladas en la política turística andaluza. No se considera la posición de privilegio coyuntural que supone que otros países del Mediterráneo estén repletos de conflictos sociales ni la batalla perdida en costes que tenemos con otros destinos.

 
Se sigue fomentando y apostando por el turismo de sol y playa como se ha venido haciendo los últimos cincuenta años y nadie parece querer darse cuenta que el turismo de calidad, el de rentas altas, el que viaja en temporada baja, el que valora singularidades, identidades, buenos servicios, oferta cultural, patrimonio, gastronomía, el que tiene un gasto medio diario alto, ese turista huye de los conglomerados de cemento junto a la playa.

 
En ese nuevo modelo de tejido productivo que necesita Andalucía y del que todos hablan pero que nadie ha visto, se necesita replantear la estrategia turística, puede que el tren del sector turístico andaluz esté partiendo.

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