miércoles, 30 de abril de 2014

Casualidad o causalidad


La inspiración debe encontrarnos trabajando, y la casualidad, viviendo. Al fin y al cabo, como dice Lamartine, “la casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiese ocurrido pedir”.
Podemos dejarnos llevar, metidos en el rebaño, yendo a donde nos pidan y haciendo lo que la inercia marque. Con esta conducta, con ese escaso gobierno de nuestra propia vida, podemos dejarnos llevar y confiar en la suerte y las casualidades para que el destino nos salpique de acontecimientos (buenos o malos).

Pensar que no tenemos el control favorece que caigamos en el victimismo, considerar que nuestras decisiones y acciones no son fundamentales, que hay infinitos factores que escapan a nuestro alcance y son ellos los que finalmente marcan el destino, nos convierte en títeres de nosotros mismos. Las personas religiosas hacen confluir todos esos factores externos en Dios, y así, por ejemplo, los musulmanes dicen aquello de “Alá Proveerá”, los cristianos no creen en las casualidades sino en la Providencia Divina.
Ese concepto no deja, al fin y al cabo, de ser un gran aliado de la tranquilidad, en cambio, es mucho más arriesgado pensar como Norris-Cerveto cuando decía que “el caos es el orden que todavía no comprendemos”. Nuestro esquema de pensamiento inbox hace que, cuando nos ocurre algo inesperado, nos pongamos a buscar explicación a por qué en vez de empezar a preguntarnos para qué e identificar con ello la oportunidad.

Tomar conciencia, pensar que todo lo que hacemos tiene un sentido y un propósito nos permite tomar las riendas. Todos podemos hacer un sencillo ejercicio y reflexionar sobre el trabajo que tenemos ahora, el lugar donde vivimos o la pareja que tenemos. Si empezamos a hilar hacia el pasado viendo las decisiones y opciones personales que fuimos tomando y conseguimos llegar bastante atrás, nos vamos a encontrar que en su momento, tomamos conscientemente una decisión que nos pareció intrascendente y para nada vinculada a lo que después nos hemos encontrado. No es un concepto nuevo, es laley del Karma. Puede ser que nuestra actual pareja nos la presentara un amigo en una fiesta inesperada a la que decidimos asistir en última instancia, o nuestro trabajo sea fruto de una actividad lúdica de fin de semana de hace unos años. La cuestión es tomar conciencia, “lo que no hacemos consciente se manifiesta en nuestra vida como destino” dice Jung. “Todo se transforma”, canta Drexler.

Ante situaciones inesperadas, sobre todo si llevan asociados cambios intensos en nuestra vida, nos hacemos religiosos y apelamos al designio divino o nos volvemos escépticos y nihilistas y nos ofuscamos en el por qué, por qué yo, por qué a mí. En cualquiera de los casos, dejamos escaso lugar para el aprendizaje primero y para la asunción de responsabilidad después.

Los científicos del siglo XX y XXI, sobre todos los que han trabajado en física cuántica y biotecnología, nos dicen que no existen las casualidades sino las causalidades, que sólo (nada más y nada menos) tenemos que aprender a ligar esas causas y efectos.

No es necesario aplicar el método científico a todo lo que nos ocurra, podríamos convertirnos en procesadores ambulantes. Podemos empezar por ver las casualidades como oportunidades, será el primer paso para aprender y para disfrutar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente articulo, lo malo y lo bueno que va sucediendo en nuestro camino es un aprendizaje y por lo tanto, el final siempre es bueno. Buen articulo para reflexionar. Enhorabuena