En cualquier formulario dirigido a empresas aparece ya inexcusablemente
la pregunta de si la entidad exporta y a dónde. Como si de un único camino de
salida se tratase, parece que no tienes identidad si no estás peleando en
mercados extranjeros.
En los últimos días he asistido a varias reuniones y debates
sobre el tema. Mi impresión es que aún son demasiados los que se montan en el
avión sin saber si tiene renovado su pasaporte o si es necesario ponerse alguna
vacuna específica para desembarcar en aquel lejano y extraño destino.
La decisión de exportar es absolutamente trascendental pues
implica aspectos estratégicos del modelo de negocio, compromisos importantes de
financiación, de dotación de equipos, personal, etc. Aparte de aspectos
individuales y concretos de cada proyecto, hay tres aspectos que considero
fundamentales en estos momentos, que deben tener en cuenta aquellos que tengan
las fotos carnet ya en el bolsillo y cita en comisaría. Son los aspectos
macroeconómicos, la utilidad de las tecnologías de la información y el uso del
coste de oportunidad.
En primer lugar, aparte de situaciones particulares que
pueden hacer que el empresario tenga producto, estrategia comercial y músculo
financiero, que respalden su decisión de exportación, el aspecto micro, debe
también considerarse el aspecto de entorno, el ámbito macro, y en concreto, las
actuales políticas públicas que empujan por activa y por pasiva a exportar.
Diversas entidades públicas, entidades privadas de aseguramiento, de crédito,
de intermediación, etc. están bombardeando continuamente con el aparente
caramelito de exportar.
Además de estos ánimos, estas campañas, estos incentivos a
la exportación que es lo explícito, es necesario considerar que dichas
políticas también llevan implícito un reconocimiento de incapacidad en otros
ámbitos. El impulso a la exportación es la salida, por defecto, al retroceso y
estancamiento del mercado interno del que no saben cómo sacarnos. La falta de
crédito, el alarmante desempleo, la pérdida de confianza, han hecho que el
mercado interno en algunos sectores ni esté, ni se le espere.
Por tanto, cuidado, porque las políticas expansivas de
exportación también tienen en su argumentario tácito, el reconocimiento de un
fracaso de un mercado interno que está aún lejos, lejos de recuperarse y muchas
de nuestras empresas, el tejido empresarial compuesto eminentemente por pymes
se ha estructurado para servir al mercado interno.
Exportar puede ser una ayuda siempre que el lugar donde la
empresa opere sea dinámico, pero asumir el fracaso de la economía española
haría necesario valorar, más que la decisión de exportar, la de cambiar de
ubicación.
El segundo aspecto son las tecnologías de la información y
la comunicación. Lo fundamental para que una empresa exporte es que tenga
claro, en primera instancia que tiene un producto exportable, que su precio y
estrategia de competitividad son los adecuados, que existen mercados y que la
competencia no le lleve demasiada ventaja.
Hasta hace muy poco, todo eso era muy complicado de
averiguar y costaba mucho tiempo y dinero; viajes, inversiones, pruebas piloto,
etc. Hoy todo eso se ha facilitado muchísimo, la información fluye. Existe más
información disponible de la que seamos capaces de procesar. Hay que dedicar
tiempo, claro, pero surfeando por la red podemos averiguar mucho de cada
sector, de cada producto, de los movimientos de la competencia. Podemos
contactar con gente en cualquier parte del mundo en tiempo real. Exploremos la
red, tomándolo como lo que es, parte del trabajo, sistematizando las acciones,
clasificando la información, marcando plazos, fijando contactos. Un trabajo de
apenas unos días desde la mesa de escritorio puede despejar muchísimas dudas y
resolver conflictos a un coste ínfimo.
Y el tercer aspecto a considerar es que, por definición, los
empresarios quieren vender y para ello tienen que aprovechar las oportunidades.
En ese sentido, los dos aspectos anteriores son oportunidades al alcance de la
mano, de rápido acceso y baratos.
Exportar es una oportunidad, claro, hoy mucho más sencilla y
accesible que hasta hace pocos años, si. Las políticas públicas, entidades
privadas, las TICs invitan a ello, perfecto, exportar es una oportunidad, pero
no un juego. En todo este proceso a veces se obvia que el empresario en su
decisión de exportación pone encima de la mesa su dinero, su prestigio y muchos
años de esfuerzo, no conviene que nadie lo olvide.
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