“Apegado a las tradiciones” es una expresión sirve para decir
mucho de alguien. Poca aclaración adicional se requiere, la frase encierra
mucho contenido. Efectivamente, por definición, la expresión pública o privada
de las tradiciones lleva incorporada la apropiación de toda una serie de
pautas, conductas, procedimientos ligados a la cultura educada, a la identidad,
a los rasgos propios que hermanan una zona, un colectivo.
“Respetar las tradiciones” en ese sentido se convierte en un
camino pero también un objetivo en si mismo. Lograr que vuelva a producirse lo
que generaciones anteriores expresaron y enseñaron. Es decir, la tradición es
un aspecto identitario y también hereditario.
A partir de ahí, pueden encontrarse tradiciones que se van
amoldando al paso de los tiempos y van incorporando elementos innovadores, y otras
en las que lo que más se valora es lo antiguo, lo de siempre. Por valor
simbólico, patrimonial, procedimental, siempre existen una o varias causas que
lo explican.
Saberse partícipe de una tradición supone conocer sus ritos,
sus ritmos, sus esquemas, sus códigos. Todo el que participa siente un especial
orgullo de hacerlo y le sirve de rasgo distintivo respecto al resto del mundo.
Participamos de algunas tradiciones como si de una cuestión excepcional,
irrepetible se tratase. Nos olvidamos que, en demasiados casos, una vez
aprendido el procedimiento, la reiteración tiene escaso aliciente. Repetir lo
que otros ya han hecho no nos hace distintos, deja poco de nosotros en ello. Repetimos
pero incomprensiblemente, nos pensamos creadores. Se nos olvida que hay escaso mérito
en ello. De hecho, la mayor parte de las cosas solo tenemos que dejar lejos al
hombre para que vuelvan a producirse, y aún así, nunca es igual. En la
naturaleza, por ejemplo, todo vuelve a suceder, pero nada se repite,
aprendamos, mirad el milagro de la floración de abril!
En estos días, asistimos a una de las expresiones públicas
tradicionales más multitudinarias que existen. La carga simbólica y los
esquemas de participación así lo demuestran. En la Semana Santa de Sevilla, lo
importante es lo antiguo, lo clásico, lo perenne. Así, si no fuese por el tono
sepia de las fotografías o el tipo de sombrero de los asistentes, costaría
distinguir a qué año corresponde la instantánea que nos pongan delante.
La tradición marca los pasos, los momentos y las pautas, así,
todos los interesados pueden participar, anticiparse o ir a rebufo según el
caso. Estos días están plagados de momentos irrepetibles, solo año tras año,
como cuando una virgen se acerca a la ventana de un convento, cuando la imagen
pasa por delante de esa otra cofradía, cuando el cristo llega a tal esquina…
La Semana Santa sevillana es una tradición en la que lo que
más se valora es lo que se repite. En ese sentido es repetitiva y previsible.
El milagro es, justo, que todo se produzca tal como se esperaba.
Y ojo que espero que esto no se entienda como una crítica en
si misma. Consiste en reconocer y constatar un hecho, una característica, una
condición de la manifestación popular de esta tradición. De otra manera, por
ejemplo, no se entendería las palabras de Antonio Burgos hace unos días en los que decía que el mayor logro
en los últimos siglos de las mujeres es que han logrado salir de nazareno en
las cofradías sevillanas. Y es cierto, se ha tardado muchos más años en cambiar
eso que en modificar sufragios, decenas de leyes y hasta modelos de estado.
Serie: Repetición y Alternancia de Richard Garcés |
Las tradiciones son una manifestación de las características
de una sociedad. Hace unos días, diversos expertos de mercado me confirmaban
cómo, era Sevilla y Andalucía uno de los mercados más duros para introducir
productos y servicios innovadores. De hecho se convierte en numerosos casos en
una prueba de fuego para las compañías. Si se triunfa en Sevilla y Andalucía,
puede hacerse en cualquier lado. Otro dato relevante es que numerosos CEOs de
prestigiosas compañías se han fajado primero en el mercado andaluz.
La innovación, la experimentación, casa poco con la añeja
expresión que en muchos casos son las tradiciones, muchos directores de
producto deberían visitar sus mercados objetivo durante la celebración de sus
fiestas tradicionales, aprenderían muchísimo.
Como marca la tradición y si el tiempo no lo impide, el
milagro, volverá a producirse, para más detalles, consultar programa de mano.
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