lunes, 2 de junio de 2014

La pelotita que nos encanta


El sábado pasado ganó el Madrid, y el domingo, la abstención. Unos y otros encontraron razones para argumentar que estaban en el bando del triunfo. Que la liga es el trofeo más deseado y complicado de conseguir, que no ha sido importante el descenso en el número de eurodiputados. Todos encuentran motivos de orgullo y satisfacción, por encontrar paralelismos con la rabiosa actualidad.

Pasados los debates de los resultados, pasada incluso la resaca, a rey abdicado, rey puesto, y sin solución de continuidad nos sumergimos en el gran espectáculo que va a ser el mundial de fútbol de Brasil, rebosante desde hace días de noticias de gran trascendencia. El análisis pausado de otros temas quedó ya caduco, para mi no.

Una vez que pasaron los primeros años de la entrada de España en la CEE, hoy UE, en la que el canal de inversiones y fondos públicos llegaba rebosante, una vez que se ha ampliado progresivamente el grupo y ya no estamos en los vagones de cola sino en los delanteros, como siempre deseamos. Ahora que estamos y queremos estar más cerca de la máquina que tira, no es ya todo tan bonito.

Muchos intencionados además se han encargado de machacarnos en los últimos tiempos que los recortes que sufrimos vienen ordenados desde Bruselas, o peor, desde Europa. La desafección no suele tardar en producirse, empezamos a dibujar ese ente oscuro grande y maligno que nos amenaza desde el norte, y empezamos a hacer piña con otros que están en similares condiciones, y volvemos entonces a aferrarnos a patrias viejas, simbolizadas en estos días en camisetas sudadas.

Aún no alcanzo a vislumbrar cómo afectará el cambio de jefe de la corona al sentimiento nacional impulsado por La Roja, pero mucha gente del marketing ahora está temblando, seguro. Porque se ha puesto mucha carne en el asador para que, durante el próximo mes, todos los focos apunten a los jugadores de rojo que corren junto a la pelotita (mejor que tras la pelotita).

Todos los focos en el mundial, buscando el entusiasmo patrio como mecanismo para evadirse de las penas y alimentar algo el consumo, ese que tanto nos lastra en los últimos años. A mirar la pelotita y dejar trabajar tranquilos a otros que, fuera de las luces, fuera de presiones electorales van a seguir avanzando con su plan, ese que pone como directrices el debate territorial para sembrar diferencias y a la promesa de un futuro mejor para que los ciudadanos sigan aguantando estoicamente la creciente desigualdad, esa que quieren que llegue para quedarse.

Economistas de los que me fio mucho, empiezan a ver clara la gráfica de la W del ciclo económico para los próximos años. Consideran una punta intermedia en 2015 muy pequeña, y esto quiere decir que los beneficios del repunte económico no va a llegar al último eslabón: los consumidores, los ciudadanos, los trabajadores. Y la salida definitiva de la crisis sin fecha aún concreta. Es decir, no sólo no ha pasado lo peor para el conjunto de los ciudadanos, sino que además queda un buen trecho. Las rancias recetas aplicadas a problemas nuevos no son efectivas, algunos lo decimos desde hace años, estamos en un cambio de época.

Con estos números, con un sector financiero que parece un niño de cristal, con un estado que pierde competitividad y fuerza de negociación en foros internacionales, qué mejor que desviar la mirada hacia la pelotita que, además encanta a la gente.

Lo mismo la pelotita entra y tenemos motivos para sacar pecho en próximas reuniones de jefes de estado, donde poderosos vendrán a felicitarnos y el contento del pueblo dura un tiempo, sin un duro, pero contento.

Los próximos meses de legislatura en España van a resultar convulsos y duros en los espacios internos. Se corre grave riesgo que entren las prisas y eso minaría una de nuestras pocas fortalezas, la seguridad jurídica. En el momento en el que en el exterior nos perciban como un país inestable, será el comienzo del fin.

En el mes de junio se espera una epidemia de fiebre roja, y muchos, demasiados están deseando ocupar su mente en eso. No podemos dejar que nos despisten, porque entre la pelotita o no, no va a cambiar el resto, y ahí si es donde nos va la vida.

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