martes, 8 de julio de 2014

Juicios apresurados


Son muy poquitas las reglas que, para mí, adquieren la máxima categoría, ser de oro. No emitir juicios de valor cuando no se conoce de lo que se habla, es una de ellas.

Sin duda es una premisa extraordinariamente difícil de cumplir, como todas las reglas de la máxima categoría, otros ejemplos claros son: no mentir en una entrevista de trabajo, no enamorarse de la pareja de un amigo o no meter la polla donde tengas la olla. Todas las reglas de oro tienen como patrón común, como rango distintivo, la enorme dificultad de su cumplimiento.

No juzgar, no criticar, no sentenciar cuando no se tienen todos los elementos para valorar es, a priori, de sentido común, sin embargo lo hacemos, todos, a diario.

Opinar sin conocer requiere suposición, y ésta, salvo don divino, lleva asociada altas dosis de errores. Eso también lo sabemos, opinar a las bravas hace cometer numerosas equivocaciones, pero eso sigue sin impedirnos que juzguemos a alguien a primera vista por su vestimenta o por su manera de andar. Primero opinamos y después recordamos que las apariencias engañan, aunque algunos científicos norteamericanos le otorguen verosimilitud y se empeñen en decir que es un instinto de defensa complejo y evolucionado. El lobo también ha aprendido la lección y se viste de cordero cuando lo necesita.

Lo hacemos incansablemente. Los salones de las casas y las barras de los bares se llenan de decenas de miles de entrenadores de fútbol con cada retransmisión, entrenadores de tenis o expertos en neumáticos y aerodinámica.

Es humano, es lógico, es normal. Solemos tolerar la existencia de las opiniones baratas y los apresurados juicios de valor mientras no seamos el destino – la víctima – de los mismos. Mal que nos pese, es necesario admitirlo, nos gusta, disfrutamos opinando y juzgando.

Como nos enseña la teoría de la lógica. Los juicios de valor nos complican la vida. Los juicios de valor baratos, apresuramos, triviales son innatos a las personas. Entonces: Las personas disfrutamos complicándonos la existencia.

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