miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sobre la noche isleña


La presentación de “La Noche Isleña” de Antonio J. Cárdenas Rojas se convirtió el otro día en la excusa perfecta para disfrutar intensamente de una nueva ídem.

Dada la cercanía del solsticio de invierno arrancó pronto, y a las primeras sombras se podían encontrar algunos locales y bares atestados de entusiastas, agarrados al cubata y la animada charla. Ya de mañana, unas cuantas horas después sólo quedarían los restos, en forma de peloteras de plásticos y botellas de refresco y licores, vacías, esparcidas por algunos de nuestros polígonos y parques.

Antonio hace un recorrido muy interesante por las horas de sombra de Isla Cristina. A pesar de la advertencia previa del autor sobre la inexactitud y lo incompleto de la publicación, su amplio  trabajo, su dura tarea recopilatoria de documentos y testimonios, y su capacidad para ordenar la información merecen todo el elogio.

Recorrer sus páginas es también hacer una senda por la historia reciente de Isla Cristina, y es que la noche isleña, también forma parte de nosotros. Refrescando nombres de locales, logos, coletillas, grupos de música, personas y personajes no cabe reprimir la sonrisa en muchas de sus páginas.

Cierto que el libro no es exhaustivo, pretenderlo hubiese sido utópico, y que cabría mayor precisión y explicación en algunos de sus apartados, pero el objetivo no era ese. El simple hecho de pasar a papel lo que hasta ahora era simple memoria viva y efímera, pasada por cierto tapiz de objetividad, hace la publicación deba formar parte de las ilustres crónicas isleñas.

Ando meditando sobre la teoría del autor que habla del auge, apogeo y decadencia de la noche isleña pues, con algo de perspectiva, es necesario destacar lo que ha cambiado el resto de la vida y el entorno en los últimos cincuenta años, y no me refiero a las entradas y tripas que lucen unos ni a las canas que intentan tapar otras. Los vertiginosos cambios en el acceso a la información, la tecnología, los medios de comunicación hacen conceptualizar la vida y la noche de otra manera.

Casi no me atrevo a decir si antes era mejor o peor que ahora, es simplemente distinta, y en todo caso, siempre ligada a excesos y tanteando los límites, puede ser eso lo único que no cambie.
Exprimir la noche ha sido, es, y será. Cuestión distinta es que compartamos la manera de hacerlo. Mi generación creció con unos padres que nunca terminaron de entender aquello de meterse en una discoteca a reventarse los tímpanos hasta el amanecer, con lo divertidos que habían sido sus guateques. Yo no termino de entender el botellón. Insisto, la manera de relacionarse y consumir, los horarios, los lugares, las vestimentas, los watios, las drogas, la música… cambian, pero, se sigue saliendo de noche, sin recato.

La noche isleña moldea Isla Cristina, tiene su trozo de responsabilidad en que el pueblo se haya convertido en lo que es. La manera en que la gente de un pueblo vive la noche dice mucho del mismo. Para conocer Isla Cristina, hay que conocer la noche, hay que leer el libro. Gracias Antonio por hacer este necesario trabajo.

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