jueves, 26 de febrero de 2015

Espectáculo en Feria


Cada jueves se hace la magia en la calle Feria de Sevilla. Desde muy temprana hora se abre el mercadillo que dicen el más antiguo de Andalucía. Una explosión para los sentidos.

Es el paraíso del coleccionista, el refugio del excéntrico, el delirio del friki, el nirvana del vintage, el placer para propios y extraños que se mezclan y aprietan por las estrechas calles entre los improvisados puestos.

 
 
 
Puede encontrarse de todo, de nada. Los últimos efectos arrojados a los contenedores; y piezas antiguas, reliquias más o menos valiosas; perdidas y reencontradas por los más insospechados azares. Cuentan que dicen, que allí se han podido comprar por tres duros algunos Goyas o Murillos, y también piezas romanas y aun tartésicas, y hasta algún que otro Stradivarius.



 Personajes de lo más variopinto son una fuente de inspiración inagotable para creadores y creativos. A cual más pintoresco, a cual más singular, a cual más indeseable o entrañable. Todo se junta, todo se mezcla. Todo parece valer en el jueves de la feria. La abundante presencia policial lo atestigua.


Todavía salen hoy a la calle los individuos trazados por Quevedo, Lopez de Úbeda, Fernando de Rojas o Gregorio González, queriendo añadir doscientos años de más a la pieza, o doscientos euros adicionales al precio, si la ingenuidad del curioso se lo permite. No son pocos los que cada semana, sin interrupción, siguen picando estos anzuelos.


Relatar el mosaico de productos, utensilios, piezas, armatostes, aparatos, prendas, cachivaches,  trastos, chismes, avíos, chirimbolos, cacharros o bártulos sería inútil, absurdo e incompleto, hay que verlo. Cada jueves, el mantel, está servido.

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