Juzgar se convierte en un deporte adictivo, casi en un
vicio. Nos encanta juzgar y sentenciar los hechos que suceden a nuestro
alrededor. Claro, es mucho más difícil, como decía Antoine de Saint Exupery,
juzgarse a si mismo que juzgar a los demás. Vamos cogiendo carrerilla, la vergüenza
se convierte en desparpajo, perdemos el recato y mesura y el juicio se
convierte en una compraventa de una saca de víboras.
Tenéis lo que os merecéis. Así de corto y contundente he
recibido por varias vías el dictamen de las últimas elecciones celebradas en
Andalucía. El mensaje, puede que frívolo, descontextualizado, en la mayor parte
de las veces repetido en modo papagayo, busca herir.
No damos más, como ciudadanos, como pueblo, no podemos, por
tanto, pedir más, no podemos aspirar a nada mejor. La sentencia trae a la
memoria aquellos comentarios en voz calla del cura confesor justo antes de
poner cifra a los padrenuestros y avemarías. Somos humanos, pecadores,
defectuosos, tenemos que cumplir nuestra pena, sufrir nuestra condena,
reconocernos en la miseria.
Tenemos lo que nos merecemos es una frase con un profundo
sentido neoliberalista. Más a los mejores, a cada uno según su valía por encima
de todo lo demás. La lucha perenne por ser incluido en un selecto club,
alimentar el sentimiento clasista, la estratificación social, esa misma que
acaba concluyendo que tiene que haber una élite destinada a gobernar el mundo,
acaparar el poder, dictar el destino del resto, aglutinar la riqueza.
Justo el mensaje que en los últimos años está consiguiendo
que la riqueza vuelva a agruparse en pocas manos, que la desigualdad vaya
creciendo, y aún así, tengan la desfachatez de decir que todo va bien cuando
casi el 22% de los niños del país viven en umbrales de pobreza, cuando el paro
es reconocido como el principal problema social.
El mensaje discriminatorio e insultante de tener lo que se
merece, va propagándose de manera muy peligrosa entre personas y colectivos que
viven una realidad que choca con el mensaje al que dan eco sin reconocerse como
perjudicados de esa estrategia. Cuando menos se los esperen pueden ser pateados
hacia el de la desdicha y para entonces habrán perdido el derecho a réplica.
No dejemos que nos ninguneen, ni individual ni
colectivamente. Andalucía ha votado hace unos días mayoritariamente a partidos
de izquierda. Dos de cada tres parlamentarios en la presente legislatura son de
ese signo. Los andaluces sabemos que el problema social es lo más importante,
que el drama de aquel barrio, o la puerta de al lado es también el mío. "La humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre", Julio Cortázar.
Me
enorgullezco que Andalucía tenga esa conciencia como pueblo pues conceptos como
la humanidad, la cooperación, la solidaridad son pilares básicos de
convivencia. Ya les gustaría a muchos otros poder decirlo.
Al cura confesor nunca le faltaron monaguillos que les
ayudasen a vestirlos, que tocasen la campanilla, que les pasasen el cepillo,
pero salvo alguna moneda hurtada con mucha habilidad y nervios, la recaudación
siempre quedaba en las mismas manos.
1 comentario:
Excelente artículo. Enhorabuena. Cuanta verdad dices.... hay que dejar de juzgar, empezando por nosotros mismos y después con los demás. Todo está bien, hay que abrazar y aceptar lo que no nos guste y antes se irá. ..... hay que aprender de las cosas menos afortunadas que nos pasan y continuar, los andaluces hemos aprendido y la izquierda ha ganado en mayoría. Hay que estar orgullosos porque estamos despertando. .....
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