Sube el precio de la tierra. Comprar algunas hectáreas de
terreno destinado a agricultura vuelve a hacerse más caro. Apenas un 1,62% de
media en Andalucía según el informe de la Consejería de Agricultura, Pesca y
Desarrollo. Bien es cierto, que esa media amortigua subidas como la del 8,6% de
Granada y el 5,8% de Málaga y bajadas como la del 3% en la provincia de Cádiz o
el 2,7% de bajada en Córdoba.
Sin duda las razones son múltiples y complejas para analizar
conjuntamente. Un efecto claro en mi opinión, son los escasos atractivos que
ofrecen los depósitos financieros dados los bajos tipos de interés; la falta de
oportunidades claras en sectores de inversión, transformación e investigación y
la escasa solvencia que ofrecen los programas de gobierno, contribuyen de
manera decisiva a que el capital se refugie en valores seguros. La tierra es el
principal de ellos a falta de un mercado inmobiliario que muchos esperan que repunte.
El precio de la tierra va a seguir subiendo, está siendo
refugio de inversores. No se convierte más que en otro objeto de inversión a
medio y largo plazo, sujeto a menores incertidumbres y que ofrece seguridad
jurídica y financiera.
El inconveniente es que este movimiento de capitales que ya
está comenzado a visualizarse en las estadísticas no tiene un carácter productivo
ni empresarial, su compraventa responde a criterios puramente financieros y
patrimoniales.
Puede que estemos asistiendo a un movimiento, ciertamente
silencioso pero que tiene efectos nefastos para el territorio andaluz. Lo que hoy
necesitamos es reforzar el sector agroalimentario, de producción y de
transformación que se rija además por criterios de sostenibilidad y proximidad.
Los países centroeuropeos ya lo han visto y están poniendo todo el foco en
ello.
La Comisión Europea ha puesto en marcha un plan para
fomentar los hábitos saludables en los colegios dotado con 150 millones de
euros. Dinamarca ha puesto en marcha un ambicioso plan que pretende duplicar la
superficie dedicada a producción agrícola antes del 2.020. El 50% de los
franceses compra alimentos bio, al menos una vez al mes.
Mientras, en Andalucía, en España, seguimos estando a otra
cosa. Los datos recientemente publicados de producción vitivinícola vuelven a
dejarnos en evidencia. España vende al exterior el vino a 1,11 €/litro mientras
que Francia lo hace a 5,37 €/litro. Seguimos especializados en volumen y
granel, seguimos siendo commodities que dejan escasísimas rentas en el ámbito
rural.
No faltan los casos ejemplarizantes. Ahí están por citar
algunos recientes, el premio alimentos de España a Bodegas Robles a la
producción ecológica, premio Gold Mundus Vini en Alemania y Oro en Venalíes,
Francia. O la empresa Oro del Desierto, segundo premio en BIOL esta semana.
Apostar por la excelencia en la producción, la
transformación y la generación de valor es nuestra asignatura pendiente, una
fórmula que generaría importante y necesaria riqueza que permitiría un desarrollo
rural digno y sostenible. Pero estamos a otra cosa y la valiosa tierra andaluza
que necesitamos se ponga en mano de grandes agricultores, ganaderos y
empresarios, se está convirtiendo en el refugio para el sueño plácido de
capitales financieros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario