Si los que pasan por ahí fuera, supiesen lo que aquí ocurre,
muchas cosas cambiarían. Todos deberían verlo, todos deberían saberlo.
Indignado, malhumorado se expresaba así un amigo que, a pesar de sus muchos
años, asistía por primera vez a un debate parlamentario.
Los de dentro deberían también saber lo que ocurre allá
fuera, en la calle. Están demasiado alejados de la realidad. Sus innumerables
tareas y viajes, su posición pública, su colapso, los aleja de las aceras,
acaban perdiendo sentido de la realidad. El precio del famoso café, una carrera
de taxi, un billete de metro o el importe de la factura de la luz, el agua, el
IBI o la comunidad no son ejemplos absurdos. Una charla con un amigo que te
cruzas, la cara de un padre desesperado, dos chicas que empujan un carrito de
supermercado por el carril bici son realidades que no se huelen, no se palpan,
no llegan a sentirse en los despachos.
Los políticos están sobreprotegidos. Resulta bastante
incomprensible, pero es cierto. Su corte de asesores les cuentan de la realidad
en los informes o en las breves charlas de despacho, pasillo o coche, pero no
la trastean. Lo que ocurre fuera les llega filtrado y tamizado.
Más de la mitad, 64 de los 109 parlamentarios andaluces
se estrenan en esta legislatura. Espero que lleven energía, ideas y también el
aire de la calle. Les pido que no se olviden del color y sabor del aire que se
respira en pueblos, en ciudades, en medio del campo y también en la mar de
Andalucía, porque es para los que están fuera, para los que tienen que
gobernar, los que están fuera los han elegido y han puesto en estos nuevos
parlamentarios muchas de sus esperanzas de futuro.
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