(Tribuna publicada en Actualidad Ecológica, Mayo 2.015)
La dimensión de la empresa debe ser una estrategia
deliberada del empresario. El tamaño es una forma de competir, de posicionarse
y de entender el modelo de negocio.
Muchos factores influyen en la decisión del tamaño
del proyecto: las economías de escala, las sinergias con proveedores y
clientes, el acceso a la financiación, la política de precios, el crecimiento
del sector, el mercado elegido, las exigencias del canal de distribución.... y
en un factor demasiado olvidado a veces en este ámbito: el estilo de dirección.
La manera de dirigir la empresa es crucial para
encontrar el tamaño idóneo de la empresa. Una dirección centralizada, donde
coinciden propiedad y gerencia requiere un tamaño muy diferente al de una
estructura directiva profesionalizada. Tamaño y estilo de dirección van de la
mano.
Probado está que el crecimiento de la empresa no es
sinónimo de prosperidad económica y rentabilidad del proyecto. A veces un
crecimiento rápido llevado por la confluencia de factores positivos, acaba en
lo que denomino la curva del escorpión. Ocurre que las ventas y los beneficios
crecen de manera aritmética, pero los problemas y las incidencias de manera
geométrica y la curva de crecimiento parece volverse en contra de la propia
empresa que se ahoga en sus propios problemas e ineficiencias.
Un empresario-gerente, habitualmente una persona
hecha a si misma, que vive cada minuto su empresa, necesita un tamaño reducido,
que le quepa en la cabeza, por decirlo de forma gráfica. Le gusta tenerlo todo
controlado y hacerlo a su manera. No es un defecto en si mismo, consiste una
empresa con estilo personal. En la mayor parte de los casos, la clave en estos
casos es reconocerlo, asumir que el empresario prefiere no delegar. En estos
casos, la estrategia del tamaño debe enfocarse a la gestión de la oferta, el
producto/servicio de la empresa debe convertirse en un objeto de deseo. Es
mejor no crecer y multiplicar incidencias que acaban en largas noches sin
dormir e ineficiencias operativas y financieras.
Si la opción es ir más allá, resulta imprescindible
asumir que es imposible estar en todo, delegar, confiar, es la premisa clave.
Rodearse de un equipo con capacidades e implicado en el proyecto, es el camino.
En ocasiones, cuando se compite en precio, cuando las rotaciones son altas,
cuando la cadena de valor es sofisticada, cuando la concentración de los
competidores es considerable, cuando nos dirigimos a mercados alejados y/o
maduros, la profesionalización de la estructura y adquirir tamaño se convierte
en un paso imprescindible, inevitable. Un empresario que quiera seguir
gestionando su negocio de manera personal, casi individual, no suele tener
sitio en estas situaciones.
En el sector ecológico, las empresas pequeñas, con
direcciones muy personales se están convirtiendo en empresas de autor.
Incorporar un sello personal, un elemento diferenciador valorado por el mercado
es la clave para alejarse de la competencia en precio y seleccionar mercados.
Un reducido tamaño, una producción escasa necesita hacerse deseada por los
mejores clientes. Para lograrlo no basta con tener un gran producto, es
condición necesaria pero no suficiente. Además, es necesario aplicar técnicas
de gestión, control de costes, de calidad, desarrollar estrategias de
comercialización y comunicación.
El tamaño importa. Encontrar el adecuado para cada
empresa tiene que ser un ejercicio consciente. Un mayor tamaño quizás permita
llegar a un mayor número de oportunidades, pero la cuestión no es alcanzarlas
todas sino ser capaz de seleccionar las mejores. El tamaño importa, pero un
gran tamaño no es suficiente para dar la talla. En la búsqueda del tamaño
idóneo es crucial primero, conciencia del estilo de dirección.
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