En octubre de 2.014, el Congreso de los Diputados, aprobó el
informe para “La Racionalización de los Horarios”
que recomienda implantar un sistema similar al británico como una de las vías
para reducir los “tiempos muertos” en la jornada laboral española. Esta
iniciativa, junto a una mayor implementación de la jornada continua en las
empresas, como puede ser entrar a trabajar entre las siete y las ocho de la
mañana y salir entre las cuatro y las seis de la tarde con media hora para
comer, permitiría, según todos los expertos, una mejor conciliación entre la
vida laboral y personal y la productividad de los empleados aumentaría sustancialmente.
Existen experiencias que van aportando luz. Justo Iberdrola,
en 2.007 decidió adoptar la jornada continuada a más de 9.000 empleados. La
medida ha supuesto un aumento de la productividad del 3,1%, más de 500.000
horas anuales. Además, tras la implementación de esta medida, la empresa ha
reducido su absentismo un 20% y la siniestralidad en los últimos cinco años un
60% (El 25% de los accidentes se producen por las tardes, tras la comida). La
rentabilidad de los recursos humanos ha crecido en Iberdrola un 14%.
Según un estudio de la Universidad de Zaragoza, titulado
Productividad y Empleo, la jornada continua aumenta, de media, un 6% la productividad.
Lo habitual es que no podemos estar diez u once horas concentrados, si tenemos
una jornada de once o doce horas por delante, se buscan, a veces de manera
automática momentos de descanso. Cuando se aplica el horario intensivo, se
evitan interrupciones y se concentra el esfuerzo, aumenta la conciencia de
aprovechar bien el tiempo para sacar el trabajo adelante y poder salir a la
hora. El resultado último es beneficioso para todos: más productividad.
El resto de recursos también se optimizan junto a los
horarios de los empleados. Se reduce el consumo general de agua, luz, servicios
generales, etc. que son directamente proporcionales al tiempo de apertura de
los establecimientos.
Las relaciones comerciales y contractuales de la empresa no
deben verse afectadas, la cuestión pasa por comunicarlo adecuadamente a los
clientes y proveedores. Implicando a los stakeholders, la adaptación de
horarios se convierte en un efecto dominó en el que toda la cadena productiva
gana. De hecho en una economía cada vez más internacional, queda constatado en
demasiadas ocasiones cómo, los directivos españoles, necesitan ajustar sus
tiempos para mejorar su disponibilidad hacia los horarios europeos.
En ocasiones, una larga jornada laboral es el reflejo de un
puesto mal diseñado, y sobrecargado de trabajo o la falta de capacidad del
empleado. La empresa debe transmitir a cada persona que debe ser capaz de
realizar el trabajo requerido en el tiempo establecido. Si necesita más tiempo
debe pedir ayuda, monitorización y/o formación, y si cumple el objetivo
establecido en menos tiempo, debe también tener la honestidad de decirlo. Esta
comunicación resulta fundamental para el aprendizaje organizativo, que, creámoslo,
es bueno para todos.
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