El impactante, condicionado e interesado circo mediático
está funcionando a pleno rendimiento con la situación griega y las obligaciones
del pago de su deuda. No dejemos que nos deslumbren con aquello que pretenden
que sepamos, hay mucho más, conviene tenerlo en cuenta para formarse una
adecuada opinión.
No se discute en realidad sobre el compromiso de pago de
un importe en una fecha concreta. A todo acreedor sensato le conviene cobrar,
en todo caso, aunque sea algo más tarde, a no cobrar. Si somos acreedores
mercantiles, actuemos como tales, el problema es que no es eso. La presión que
el neoliberalismo europeo está ejerciendo sobre el gobierno de Syriza, encierra
otras cuestiones que son de mayor calado.
Incluye en realidad el sentido y futuro de la Unión
Europea. Un proyecto exitoso hasta ahora y que empieza a tambalearse desde el
momento en que se evidencia que la búsqueda, la creación, la integración de una
comunidad de territorios, culturas, personas, amplia que comparten un proyecto
social común era el espejismo y que lo que en realidad interesa es un mercado
más grande, cuestión que hoy vuelve a evidenciarse en el fondo del TTIP, lo que
interesan son más puntos de venta, más consumidores y clientes.
Los problemas para acoger inmigrantes, las reticencias a
la prestación de servicios que pensábamos universales, las disputas raciales,
son síntomas que requieren una meditación pausada y valorar, al final del hilo
de razonamiento, la efectividad e idoneidad de la cesión de soberanía que los estados
europeos han trasladado a Bruselas. No para de crecer el número de
lamentaciones en despachos por ello. Reino Unido da pasos para recuperar esa
soberanía, otros quieren seguir su senda.
El actual gobierno griego no hace nada diferente.
Intenta, en un momento muy complicado, buscar la mejor opción para los suyos,
los griegos, sus ciudadanos, los que los han votado, por los que deben trabajar
por encima de los intereses de cualesquiera otros. No es reprochable, máxime
cuando llevan por delante negociación, alternativas, salidas. No niegan su
voluntad de pago, solo quieren evitar que el mismo suponga un sufrimiento
adicional para el país que más reformas a instancias de Europa ha realizado en
los últimos años ( el segundo es España).
Syriza lleva unos meses en el poder, otros llenarían su
discurso argumentando lo de la herencia recibida, pero no consiste en negar la
crisis, tampoco en buscar culpables. Consiste en buscar soluciones y valorar si,
en las mismas, hay que priorizar a las personas o a los intereses económicos.
Reduciéndolo a la mínima expresión, el dilema trascendental es ese. Por el
camino, el proyecto europeo muestra su cara oculta.
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