En la medida en que aumenta la conciencia social, la
sensibilidad, la implicación de la sociedad hacia la conservación, la
naturaleza, la biodiversidad, se facilita poner en valor la tarea, a veces
demasiada callada y anónima de tantos investigadores, técnicos y aficionados
que llevan años defendiendo nuestros espacios naturales, nuestras especies más
emblemáticas.
Asistimos, a cada vez más, una mayor presencia de la
naturaleza en los medios de comunicación. No ya sólo los tradicionales, y hoy
imprescindibles, documentales de La Dos, sino a múltiples y variados programas
que tienen a los animales salvajes como protagonistas y aún aquellos otros que
tienen el medio natural su plató de grabación. Hay ya reality shows para todos
los gustos que incorporan o pretenden hacernos creer que incorporan el
ingrediente conservacionista y aventura salvaje.
De la mano de ello, se está produciendo un efecto llamada y
crecimiento de actividades, llamadas turísticas, en sentido amplio, que hacen que,
un gran público, bastante ajeno hasta ahora a ello, vaya mirando, dedicando su
tiempo y su dinero a intentar participar de este espectáculo diario que es la
naturaleza. Hoy, los destinos exóticos que invitan a sumergirse en la
naturaleza, en el medio salvaje, están de moda. Volver en septiembre con una
foto junto a un pingüino, una cebra, un tigre o una serpiente, es lo más.
Los profesionales de la conservación deben aprovechar este
tirón para dar a conocer su tarea, sus proyectos, sus logros. No resulta nada
fácil desarrollar esta labor cuando la presión urbanística, industrial, de
intereses cruzados se hace más hostil que nunca. En España, cada día más, los
espacios naturales se están convirtiendo en islas de las que ya no pueden
escapar nuestras especies más emblemáticas.
Cualquier oportunidad es buena para ocupar un minuto de oro
televisivo, de radio o un par de páginas en los periódicos. La viabilidad de
proyectos importantes depende a veces de ello. Es razonable por ello esta
inquietud y este acercamiento a los periodistas.
El debate pasa por encontrar el límite, el precio a pagar,
en fijar qué se está dispuesto a hacer por acceder a esa repercusión mediática.
Siempre, siempre, para lograrlo hay que hacer un esfuerzo, un sacrificio, y
eso, en espacios naturales, equivale a impacto.
En estos días de final del periodo reproductivo en España
asistimos a las campañas de anillamiento de aves, marcaje de cachorros,
liberación de nuevos individuos, de diversos proyectos de investigación y
recuperación de especies. Son ya muy conocidas estas acciones, ocupan desde
hace unos años unos segundos en las noticias. Dan difusión a proyectos,
permiten la fotografía del político y calman la conciencia de una amplia
población.
Y a la vez, de forma paralela a ese crecimiento mediático,
crecen las voces que se cuestionan la necesidad de ciertas acciones que
adquieren fuerza mediática pero pierden sentido técnico y que, por el camino,
como decíamos antes, causan impacto en el medio, en la especie.
El flamenco rosa es una especie emblemática de nuestras
marismas. En la Reserva Natural Laguna de Fuentedepiedra en Málaga y en el
Parque Natural Marismas del Odiel en Huelva tiene sus dos lugares de cría de
relevancia mediterránea gracias a la importante labor realizada durante más de
treinta años por especialistas andaluces. En estos días se anillan los pollos
nacidos en el año, desplegando para ello un dispositivo en el que participan
más de quinientas personas en cada una de las dos jornadas de anillamiento que
se llevan a cabo en cada uno de los espacios. Se anilla aproximadamente el 10%
de los pollos nacidos, se le toman muestras biométricas, sanguíneas,… antes de
volver a ser liberados. El proceso se lleva repitiendo desde hace unos
veinticinco años en Fuentedepiedra y siete años en Odiel. Sólo este año 2.015
serán unos mil, los pollos anillados.
Tras todo este proceso, el conocimiento de la especie a
nivel biológico, biométrico, conductual, de dispersión y distribución, de
longevidad, de migración,…, son amplísimos. Son casi centenar, los proyectos en
los que “ha participado” la especie.
Llegados a este punto, que igualmente puede resultar válido
para otras especies, el debate es evidente. ¿Es necesario seguir montando el
dispositivo de anillamiento masivo de flamencos en Fuentedepiedra y Odiel? Abreviando
la respuesta, a nivel técnico no, a nivel mediático si.
Que el impacto causado por el anillamiento compensa con
creces la repercusión y la difusión que tienen por ello los programas de conservación
y los espacios naturales; muchos creen que si, por eso se sigue haciendo,
claro. Yo creo que no.
Los investigadores, los responsables de los proyectos de
conservación y los espacios naturales protegidos deben estar a la vanguardia,
no ya del conocimiento y la innovación científica. También deben encontrar
fórmulas que den merecida relevancia al trabajo de tantos sin que ello suponga
entrar en una rancia dinámica mediática y política que no tiene entre sus
prioridades el máximo respeto a la integridad de los animales y el medio.
El anillamiento científico de aves, el marcaje de animales,
la liberación de ejemplares, se pervierte cuando se convierte en espectáculo.
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