jueves, 3 de septiembre de 2015

EGOs


Cuando aumenta nuestra afectividad hacia unos, con otros se empeora. Cuando estamos de apretón con alguien, ya sea amigo o pareja, se deteriora otro cariño. Las relaciones personales son como montañas rusas, cargadas de adrenalina, avances, retrocesos y espirales que machacan el cuello, el estómago, el oído y pinchan el corazón.

La dificultad de las relaciones, solemos resumir y consolarnos. Del todo a la nada en cuestión de minutos. El secreto del triunfo de la ruleta rusa. La de noviazgos arrebatadores y apasionados que acaban en los juzgados peleándose por el último adorno de una estantería.

Calibradas o no, son meras expectativas. Si la otra persona las cumple, la amamos, si las aplasta, la odiamos. Pero las expectativas desvirtúan la realidad, eso que no es más que la capacidad de engañarse que tienen los sentidos según Einstein. Nos autoengañamos, y lo hacemos muy bien, por cierto.

Nos turbamos, nos sugestionamos y nos generamos unas expectativas que pueden no corresponderse con la realidad. Cuando no se cumplen, juzgamos y criticamos. Con esa simiente, el deterioro de las relaciones está garantizado.

Tener expectativas no es malo, son deseos en definitiva, sueños, objetivos, motor de vida, pero no los condicionemos a que los otros sean como esperamos ni que actúen como nos gustaría. Aparquemos nuestro ego y nos irá mejor, no reaccionemos al ego del otro y se marchitará el conflicto.

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