El otoño es la estación que mejor marcada tiene su llegada.
De repente, bajan las temperaturas, los días se acortan, el sol cambia su
trayectoria, los colores y olores del campo y la ciudad cambian.
El otoño viene cargado con una mochila repleta de diversos productos
y frutos muy singulares. Todos ellos con unas señas de identidad propia y rasgos de sabor y apariencia muy intensos. Es tiempo de granadas,
membrillos, caquis, aceitunas, uvas, manzanas, azofaifas, calabazas, almendras, castañas, nueces, ….
Todos ellos, ofrecen un mosaico de color y sabor que nos
transporta a algo que llevamos dentro, adormecido a veces pero que sentimos muy nuestro. Acompasar nuestro ritmo al otoño,
incorporar estos productos a nuestra dieta y costumbres resulta sin duda alguna
especialmente gratificante y sano.
Y está al alcance de todos. Existen numerosas personas,
establecimientos que, casi a pie de nuestro domicilio, se preocupan por
hacernos partícipes de la fiesta de los frutos de otoño. Nos ponen muy cerquita
todos estos productos, facilitándonos que los consigamos con comodidad.
Comprarlos, comerlos, además de ser beneficioso para la salud, ayuda a la
pervivencia de ciertos cultivos que son de todo, menos masivos e
hiperproductivos, pero que sin duda otorgan señas de identidad propia a muchos
territorios.
Un ejemplo precioso lo encontramos en la frutería La Huerta Encantada. Sus propietarios son hortelanos y tienen además una pequeña finca en
la sierra. Cada día, con sumo esmero, cultivan el huerto, cuidan de la finca, y
cosechan productos locales, en muchos casos conservando
variedades y técnicas de cultivo cuya existencia se pierde en la historia. Los
traen hasta su frutería, situada en una gran ciudad como Sevilla y los ponen a la
mano de sus clientes recién cogidos y a precios justos.
Es muy satisfactorio en estos días, y no sólo ahora, ir con
los ojos abiertos por nuestro barrio. Es probable que tengamos algún
establecimiento muy cercano que tenga esta bonita y necesaria apuesta por los
productos de temporada, por los productos de proximidad, por un modelo que
vincule directamente al productor con el consumidor. Participar de esta
dinámica, enriquece nuestra dieta, fortalece nuestra salud, favorece nuestro
bolsillo y permite la viabilidad y mantenimiento de un paisaje que combina a la
perfección la biodiversidad, los cultivos mejor adaptados al terreno y al clima
y otorga un salario digno a aquellos que trabajan cada día en su defensa y
subsistencia.
Puedo decir con enorme orgullo que, como dice la familia
Augusto Arrebola, yo soy un encantad@.
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