Vamos rápido, el progreso nos cambia la vida de forma
continua, nuestro trabajo, nuestros hábitos, nuestras relaciones; el empleo de
nuestro tiempo, cambia al mismo ritmo que nuestro fondo de armario. En el
ámbito laboral, nuestras capacidades profesionales también están obligadas a
hacerlo.
Vamos rápido, muy rápido. El hombre ha conseguido ser la única
especie capaz de cambiar las condiciones de un planeta entero, su tecnología es
capaz de transformar el medio y junto con ello, la propia actividad del hombre
en su relación con el medio y el aprovechamiento que se hace del mismo. Hoy nacen
y mueren profesiones a diario.
Vamos rápido, muy rápido, demasiado rápido. Tanto, que el
medio y sus especies no son capaces de adaptarse, de evolucionar al ritmo que
le estamos exigiendo, y se extinguen. Vamos tan rápido que crece sin cesar el
número de personas que cada día son expulsadas del sistema profesional y
laboral.
Los mismos que cogieron destreza y fuerza en las falanges
con las underwood, tienen hoy que pasar los dedos por una sensible pantalla
luminosa, y ni por esas son capaces de coger el carro de la modernidad.
El hombre es la única especie capaz de ir contra sí misma.
El hombre, un lobo para el hombre, el éxito del avance tecnológico se convierte
en fracaso cuando genera paro tecnológico.
Keynes lo anticipó hace 80 años: "una nueva
enfermedad, cuyo nombre quizás aún no han oído algunos de los que me lean, pero
de la que oirán mucho en los años venideros, el paro tecnológico". Dice Keynes
que es el desempleo ocasionado por el descubrimiento de medios para economizar
el uso del factor trabajo sobrepasando el ritmo con el que se pueden encontrar
nuevos nichos para el mercado disponible. Hoy, en 2016, el paro tecnológico es
una realidad: la tecnología digital no crea empleo, lo elimina.
Sociólogos anticipan que en 30 años van a desaparecer el
50% de los puestos de trabajo actuales por la automatización. Autoridades,
patronal, sindicatos, mercado, trabajadores parecen no enterarse:
automatización y digitalización no es lo mismo que tercera revolución
industrial.
Hoy, existen multinacionales que facturan millones con
plantillas de pocas decenas de personas. Las reglas del juego han cambiado, los
negocios de éxito tienen como requisito imprescindible la escalabilidad, el éxito
multiplica el capital, no el empleo. A la inversa, los negocios y actividades
de las que todos huyen son las dependientes de las horas/hombre.
La digitalización, la globalización elimina eslabones de
la cadena, elimina intermediarios, eso hace inútiles compañías y puestos de
trabajo. La conexión rápida, directa, global vuelve inútiles, costosos
servicios, compañías, sectores enteros. La digitalización los ha condenado a
desaparecer.
Este proceso ya lo conocen desde hace años otros
sectores, ha sido así la mecanización de las labores agrícolas. En 1850, la
tracción animal era la principal fuente de energía en el campo (53%) y la fuerza
humana el (13%). En 1950 ambas sumadas suponían el 1%. Hoy, es despreciable.
Es cierto que el proceso de mecanización ha permitido
rotular tierras, aumentar la producción y la productividad, en cambio, la renta
media agraria no para de bajar, el campo se despuebla y empobrece, la profesión
de agricultor y ganadero está hoy muy denostada. Francisco casero dijo en los
años 70: “las máquinas traen él hambre”.
Vamos rápido, demasiado rápido. El proceso de
digitalización demuestra que el hombre es un lobo para el hombre. Somos capaces
de muchas cosas, hasta de ser autodestructivos.
La digitalización trae paro estructural, obliga a
plantearse una redistribución macro del tiempo disponible, será necesario
diseñar una nueva repartición de las tareas, de los tiempos de trabajo y ocio.
Ahora que la esperanza de vida sigue aumentando, buscar actividades de valor
añadido, donde la sensibilidad, creatividad y actitud humana marquen la
diferencia, es el reto, si no lo logramos estaremos perdidos. Caeremos en la
peor espiral pensable.
La digitalización trae mayor desigualdad. El poder y el
capital seguirá concentrándose en cada vez menos manos, la desigualdad se hará
crónica en el sistema, los avances sociales del siglo XX pueden perderse. Si no
anclamos, si no nos impregnamos de principios y valores que lleven por bandera
la equidad, estaremos perdidos.
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