viernes, 5 de febrero de 2016

La Burusera, es el mercado

Dormirse, relajarse, excitarse con esas ansiadas braguitas en la almohada; tan cerca, tan cerca, que su tacto, que su olor, sean marcas delatoras de su ansiada presencia.

Un intenso y prolongado deseo puede llevarnos lejos, tan lejos, que permite que nos acerquemos peligrosamente a lo incomprensible.

Chicas en ropa interior cuelgan fotos en un portal, a modo de exposición. Mediante subasta o precio fijo, venden las prendas que lucen, preferentemente sin lavar. En este mercado, tanto la oferta como la demanda es amplísima. Su mayor exponente Japón, es La Burusera.
 
Una vieja regla de los zocos parece predecirlo: siempre hay un precio al que uno está dispuesto a comprar y otro, dispuesto a vender. Siempre existe un rincón del universo donde existe el margen de acuerdo. La satisfacción para ambos. Tan viejo que resulta que es la ley más básica del capitalismo y del libre mercado.

Un universo donde todo se compra y se vende, donde con todo se mercadea, donde unos desean y otros tienen, donde el flujo de intercambio es la reacción química que a modo de descarga eléctrica nos hace sentirnos vivos. Por eso la satisfacción de la compra, por eso la terapia de ir de tiendas cuando se tiene depresión.

El límite al libre mercado según diversas corrientes ecosociológicas está en la ética, en la moral y en el respeto hacia el prójimo. De contrapeso, la avaricia y el egoísmo, la codicia y la manoseada debilidad humana.

En Japón, ante la desmesura y crecimiento de las tiendas Burusera, donde miles de chicas llevaban sus bragas, arrugas  y olores incluidos, donde otros tantos miles de clientes pujaban cada vez más alto por comprarlas, las autoridades intentaron poner freno restringiendo su práctica, poniendo controles. El libre mercado volvió a abrirse camino y apareció el contacto por internet, y ante la imposibilidad de compraventa de prendas se ha extendido la práctica de capturar olores in situ, es decir, con la prenda puesta.


No hay traba legal que no pueda superar el deseo, la necesidad y el ingenio. Todo por el libre mercado. No miremos con extrañeza e incredulidad las barbaridades que cometen los humanos que disponen de mayor poder. No nos escandalicemos de los destrozos que cometen gobiernos y multinacionales, el mercado nos manda.  

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