Se están produciendo intensos avances en los conceptos
prácticos de la política. Una sociedad cada vez más informada, concienciada e implicada,
se vuelve más exigente. Quiero pensar que la era del dominio de los partidos
está en su fase final.
Queda cada vez menos para que la corrupción sea
claramente castigada, sólo se requiere, juicio político inmediato. Queda menos
para que los partidos sean refugio de mediocres en busca de satisfacer su
bolsillo o su ego. Queda menos para que la manera de practicar política no expulse
a los estadistas.
Ese camino hay que andarlo, aunque sea lentamente. Mientras
esa metamorfosis no resulte clara, nos seguimos encontrando situaciones que llorarán
los libros de historia: gobiernos carentes de sentido de estado y temas,
cuestiones fundamentales, que su descuido o dejadez resulta imperdonable. Áreas
de trabajo vitales que, dolorosamente, su olvido no tienen coste político en la
actualidad.
En otras palabras, si los gobiernos, si los partidos no
hacen nada para corregir desigualdades sociales, si los gobiernos, si los
partidos políticos no tienen una política de gestión integral del territorio, si
los gobiernos, los partidos no practican política de conservación de la
biodiversidad, si nada de eso no tiene coste político, es que estamos
perdidos.
Si los gobiernos, si los partidos, toman decisiones como
si fuésemos a ser la última generación del planeta, y eso no tiene coste
electoral, nos hemos quedado sin norte magnético.
Mientras los ciudadanos no obliguemos a políticos,
partidos y gobiernos a trabajar y buscar soluciones de manera prioritaria a
estos asuntos, no nos engañemos, la madurez democrática nos queda
extremadamente lejos.
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