Desde la grada observamos la degradación a la que
sometemos al entorno, a la Tierra, a los ecosistemas, a nosotros mismos.
Asistimos impasibles. A lo más, lo comentamos con amigos, preferentemente en la
barra de un bar, como si no formásemos parte de ese todo, como si la evidencia
de Galileo no se hubiese producido nunca.
La decadencia aparece como hipótesis, como teoría a lo
largo del pensamiento humano, muestra evidente que forma parte de nosotros. Tenemos
incluida la palabra como concepto en nuestras vidas, y la usamos a diario,
apelando al declive, al descenso inevitable tras el punto álgido: del vigor del
cuerpo, de la velocidad, del volumen de ventas,…, hasta para las enfermedades
de las plantas utilizamos el concepto de decaimiento.
Hoy, las teorías sobre las decadencias aparecen más
vigentes que nunca, aunque ahora adquieren rango globalizado. Sociólogos
atribuyen a este sentir general el éxito en los últimos años del cine y la
literatura catastrofista, apocalíptica. Por eso no nos cuesta nada imaginarnos
un futuro cercano dominado por los zombies.
James Howard Kunstler en su Clusterfuck Nation, nos habla
de la Larga Emergencia.
Dibuja un futuro apocalíptico con escasez de petróleo,
fin de la vida urbana y dependiente del automóvil, disturbios, levantamientos armados
en cada rincón del mundo. Fragmentación de países en regiones y localidades
semiautónomas e inmensas penurias para una población que durante medio siglo
había vivido "el mayor festival de lujo, confort y ocio de la historia de
la humanidad" (suena, ¿verdad?).
Aquellos mejor equipados y preparados para sobrevivir a
esta situación serían las personas del campo y los pueblos pequeños. Los
apegados a la tierra y conocedores de oficios tradicionales, útiles, diestros
en asuntos prácticos y dotados de un maduro sentido de la responsabilidad
ciudadana.
Los perdedores serían los ex urbanitas que perseguían el
sueño americano desde una casa de cuatrocientos metros cuadrados, a sesenta
kilómetros de su oficina, que conducían para ir a todos lados, compraban en
tiendas de moda y habían perdido hacía tiempo los rudimentos necesarios para conseguir
alimentos y combustible por sí mismos.
Es cierto que esa visión del mundo no es más que una
proyección psicológica de la realidad, que renueva las tesis de los antiguos
profetas puritanos y es necesario aplicar ciertas dosis de optimismo para
recordar que el instinto de supervivencia ha hecho a la especie humana superar
numerosas crisis, pero la amenaza está. Las hipótesis de Kunstler empiezan a
ser leídas por decenas de miles de personas.
El Narrador de Ricardo Menéndez Simón, protagonista de “El
Sistema” recibe el siguiente mensaje en su lector de sucesos: “A todos los
Puntos Calientes, Observatorios de Aves, Puestos de Frontera, Últimos Hombres
Libres y Estaciones Meteorológicas del Sistema. Disturbios en las islas
meridionales. Hambre. Saqueos. Destrucción de bancos, hospitales, cárceles.
Codicia. Rapiña. Caos. Las cosas se están volviendo clandestinas. Repetimos:
las cosas se están volviendo clandestinas. Nos regocijamos”.
Inquietante.
La historia humana está salpicada, a cada cierto tramo,
de un asome al abismo, un tensar la cuerda, un exprimir el modelo, un oprimir
al débil, un punto de acojone, que siempre ha sido superado gracias a la
audacia, al ingenio, a la innovación, o a la revolución. A esas experiencias
apelan los que reniegan de mensajes pesimistas, alarmistas y apocalípticos, sus
razones, datos y argumentos tendrán. Sin embargo nunca como hasta ahora tuvo el
hombre tanta fuerza y tanto poder, nunca. Nunca como hasta ahora se puede hacer
tanto daño con tan poco esfuerzo, nunca como hasta ahora.
No hay que exagerar, claro. La mayoría de nosotros podría
terminar de leer esto e irse a tomar un vino, relajarse y reírse un rato,
disfrutar del momento. Prueba inequívoca de que toda visión, toda teoría
horrenda es puramente fantasiosa. Y estaremos donde empezamos, viendo el
espectáculo desde la grada, lo bastante alto como para no oír al científico
cuando, al salir, por lo bajini, sentencie: “y sin embargo, se mueve”.
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