Cuando se han hecho públicos los denominados “Papeles de
Panamá”, información sobre evasores fiscales, fortunas opacas y movimientos de
capitales alejados de la legalidad, muchas maquinarias se han puesto en marcha.
Los territorios y sociedades afectadas están reaccionado de manera muy
diferente.
Mientras que en España la noticia se acerca mucho a un
periodismo amarillento, muy propenso al cotilleo, y se van dando a conocer
nombres en un largo desfile de famosos que aparecen en la pasarela televisiva y
radiofónica a todas horas, en otros lugares, el tratamiento y las repercusiones
son muy distintas. Así, al conocerse que entre los nombres figuraba el de Sigmundur Gunnlaugsson, primer ministro de Islandia, de forma
automática y espontánea, el pueblo islandés se echó a la calle a manifestar su
repulsa. En el momento de las protestas y las recogidas de firma, sólo conocían
que aparecía su nombre. El resultado es que a las cuarenta y ocho horas, el
primer ministro es ex. La presión social pacífica no dejó elección.
No
pretendo plantear un análisis macrosociológico de por qué allí ocurre eso y
aquí esto, tan siquiera ahondar en posibles comparaciones sobre pueblos,
estilos, normativas, costumbres, hábitos, grado de permisiones, no. Son
situaciones distintas, pueblos distintos, implicaciones distintas, casi mundos
distintos (o no tanto) y ocurren cosas diferentes.
Lo
que si está claro es que las implicaciones sobre los afectados si es distinto.
Cuando critiquemos la corrupción, cuando pensemos en la escasa calidad de las
instituciones públicas, en el fraude, en la economía sumergida, pensemos en
esto, reconozcamos que formamos parte. Eso de que aquí nunca pase nada, por muy
gordo que sea el escándalo, seamos francos, nos lo tenemos que hacer mirar.
Los Papeles de Panamá, además de ponerle la cara colorada a muchos, obligarlos a dar explicaciones, sirve a los gobiernos para recaudar algo de
dinero, sirve para recordarnos que hay gente poderosa que juega sucio y es egoísta
y que no piensa en lo colectivo a pesar de estar obligada en muchos casos a
hacerlo, pero sobre todo, los Papeles de Panamá se están convirtiendo en un
valioso termómetro para medir la calidad de los principios y valores de las
diversas comunidades del planeta y de su grado de compromiso con lo colectivo.
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