Experiencia, visión estratégica, conocimiento del negocio y
el sector, astucia, intuición,…, todas piezas clave y necesarias para optar a
un puesto de tanta responsabilidad como es el de consejero.
Son pocos los elegidos, claro, cotizados están los
nombramientos, no podía ser menos. Aquellos que lo logran, por supuesto,
presumen de ello.
Sin embargo, después, en la práctica, en el día a día, no
son escasas las ocasiones en que se evidencia que los consejeros no valoran ni
atienden como se debiera esas responsabilidades asumidas. No son pocas las ocasiones
en las que los consejeros van a los comités y consejos de dirección, a las
juntas directivas sin haber puesto el empeño y el esfuerzo necesario en la
tarea. Se dedican a asistir cual espectadores privilegiados a una película que
sea pasea por delante de sus narices.
Con independencia de su posible retribución o compensación,
demasiados consejeros tienen el puesto para presumir de ello. Es cierto que no
tienen ni deben hundirse en el día a día de la actividad, pero de eso, a estar
a por uvas hay muchas escalas intermedias.
Como ejecutivo, cuando he sido fiscalizado, supervisado por
Consejeros, de esos que hacen su trabajo, he mejorado como profesional, el
proyecto, el negocio ha mejorado sustancialmente, pero cuando nos hemos
encontrado interrogados por consejeros que únicamente buscan su minuto de
protagonismo para justificar el puesto, que actúan como los zorros poniendo su
cagadita encima de la piedra, el proyecto acaba resintiéndose.
Asumir el cargo de consejero es de una enorme
responsabilidad. Aproximadamente una cuarta parte de las diferencias existentes
en la productividad entre países pueden ser atribuidas a diferencias en la
calidad gerencial. La gestión empresarial es como la tecnología, disponer de la
mejor, supone una ventaja competitiva.
Al menos la mitad de la diferencia en el crecimiento de la
productividad entre EEUU y EU entre 1.995 y 2.004 es explicada por la
existencia de mejores capacidades de gestión y dirección empresarial en EEUU.
La calidad empresarial es una de las condiciones necesarias
para la mejora de la economía y de la sociedad. Conseguirla, teóricamente es
poco costosa en términos convencionales, presupuestarios, y sus resultados
podemos observarlos a un plazo no muy largo. En España es imprescindible
articular incentivos sociales para que se incorpore talento a la función
empresarial.
España necesita de talento en la dirección empresarial como
motor de futuro. La calidad de la regulación y de las instituciones, el correcto
funcionamiento de los mercados, la inversión pública y privada en I+D y la
educación tienen que contribuir a ello.
Necesitamos expulsar la mediocridad de la gestión y la
dirección de nuestra iniciativa privada, debemos conseguir que ser empresario,
ser directivo, ser consejero sea objeto de deseo para los mejores. Debemos
hacer que alcancen esos puestos las personas que vengan cargadas de entusiasmo,
de cultura del esfuerzo, de formación, y sobre todo de honestidad, de
principios, de valores porque, ya está comprobado, son ellos los que logran
mejores empresas, mejor sociedad, mejor futuro.
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