domingo, 3 de abril de 2016

La indecente concentración de la oferta

Llevo demasiado tiempo escuchando sobre la necesidad de concentrar la oferta, sobre la necesidad de que las empresas sean más grandes. La propia Junta de Andalucía y el Ministerio lo consideran condición imprescindible para ganar competitividad y rentabilidad.

Siempre he cuestionado la concentración de la oferta como un fin en sí mismo. Si el objetivo es ganar tamaño, nos dirigimos a un sistema perverso. Las consecuencias pueden verse en el sector cítrico en el valle del Guadalquivir en un magnífico informe que ha elaborado Raúl Limón. (informe)

La concentración de la oferta no debe ser el fin sino un medio para conseguir optimizar la cadena de valor. A partir de ahí, es imprescindible establecer mecanismos que permitan una adecuada distribución de la riqueza entre todos los agentes que intervienen en el proceso, desde los agricultores a los consumidores. Tuve la oportunidad de decir esto en un encuentro con empresarios almerienses el pasado jueves que organizó la Fundación Savia, presidida por Francisco Casero, en la que participó el consejero de Economia, Antonio Ramírez de Arellano.


Agricultores, ganaderos, productores y consumidores son los perjudicados porque son los eslabones más débiles y están menos organizados. Y el beneficio para intermediarios que controlan el mercado y los precios.
Los empresarios tienen la obligación de hacer rentables sus actividades claro, pero además, no pueden olvidar que también cumplen una relevante función social, generando empleo, arraigando a las personas al territorio, desarrollando la economía y también la sociedad. Está comprobado que la calidad gerencial es un factor determinante de las sociedades más avanzadas.

El modelo falla estrepitosamente si no conseguimos que las personas puedan vivir dignamente a cambio de su esfuerzo, de su trabajo, y todos debemos asumir, por duro que resulte, nuestra obligación, los primeros los jornaleros, no entrando en ese juego ilegal que es pan para hoy y hambre para mañana, los empresarios, siendo honestos consigo mismos y con la sociedad, la administración pública haciendo valer loa derechos fundamentales de todos, y los consumidores, haciendo cada día, de nuestro carrito de la compra, un carro de combate porque con cada pequeña acción también contribuimos a que las cosas empeoren o mejoren. 

Pensémoslo cada vez que entremos en un hipermercado, o mejor, en una tienda de barrio o una plaza de abastos.

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