A cada tramo, aparece una nueva estantería en mi vida. Voy
atesorando títulos, historias, autores, vivencias, libros. En ocasiones pienso
si no es ésta una variante del casposo Diógenes transmutado en negro sobre
blanco.
Al principio reposan, recostados, sobre sus hermanos
verticales que ya tienen ocupado todo el espacio de la balda. A continuación se
van formando pequeños montoncitos a los pies de los más viejos, en la mesa de
escritorio, en los rincones del despacho. Aunque me desprendo de muchos de
ellos, el flujo de entrada sigue siendo mayor que el de salida, soy incapaz de
salir de una librería sin un nuevo tesoro. Así que, cada cierto tiempo,
incorporo una nueva estantería a mi vida.
Sólo repasar los lomos, pasear la mirada por ellos, se me
enriquece la vida y se expande más allá del espacio y el tiempo. Este sencillo
y cotidiano ejercicio me sirve para refrescar la angustia que se siente al
explorar una selva indómita o los casquetes polares, la sensación de saltar al
cosmos o la prehistoria, de escalar un 8000 o sumergirte en el océano.
Cuando la mente flota sobre la colección de libros podemos fundirnos con nosotros
mismos y con mil personajes, podemos hacer un ejercicio de introversión o desahogo,
jugar con la muerte o volvernos inmortales. Sacar por un momento nuestro lado
más huraño, más pícaro, más audaz, más salvaje, más filosófico, más infiel, más
honesto, más aventurero, más recatado, más excéntrico.
Leer te ayuda a ser más feliz, a vivir otras vidas, más
intensamente y más tiempo. Y está probado. En un trabajo desarrollado por el
Centro de Estudios y mercado y Relaciones industriales de la Universidad de
Roma y la editorial Mauri Spagnol, cogieron un grupo de 1.100 individuos, los
dividieron en lectores y no lectores y analizaron para los mismos los índices
de satisfacción de la vida. Los lectores superaron en todos los apartados a los
no lectores. Se sentían más felices y experimentaban con mayor frecuencia
emociones positivas.
Sin afán de alimentar reproches, ahora tengo más motivos
para sentir cierta lástima por los que no leen. Por todo lo que se pierden,
porque, leer te regala nuevas vidas, nuevos mundos, nuevas sensaciones. Y
también porque se les escapa la oportunidad de disfrutar más de la vida, que al fin y al cabo, debe ser una
de nuestros objetivos más esenciales.
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