Resultaba bastante complejo superar la imagen de unos
sillones del gobierno vacíos como rebeldía ante la cámara en la que son
elegidos. Bastante difícil superar la escena de un presidente y unos ministros
que en un acto de insubordinación impropio de las repúblicas más bananeras, se niegan
a dar explicaciones, ni tan siquiera escuchar a los representantes de los
ciudadanos.
De Guindos lo ha superado, hay que tener madera. Y es que ha
ido al Senado a dar explicaciones, valentía (o desfachatez) no le falta, porque
hay que tener De Guindos para ir a reconocer los errores que ha cometido.
Claro, como el jugador sustituido, se le notaba en la mirada algo de, ahí os
queda eso.
Es extremadamente probable que sea una gran persona, no
estoy en condición de negarlo, así que no se me entienda nada personal por
volver a traerlo aquí. Hace unos meses, ya expresé aquello de que sólo se representaba a sí mismo. Y aún antes, al comienzo de su legislatura, renegaba
de sus políticas y sus medicinas, augurando que mentían y poco bien le iban a hacer a
España y sus ciudadanos. No es una cuestión de personalismos, son las visiones.
Hoy, De Guindos ha explicado que no podrán cumplirse las
previsiones establecidas de crecimiento, que el déficit público no va a llegar
a los niveles previstos. Que lo que dijeron hace pocos meses, en campaña
electoral, estaba equivocado. Está bien reconocerlo, vale, pero el sufrimiento
e insomnio de muchas familias y empresarios que ven cumplidas sus peores
pesadillas, no tiene precio. No puede decir eso sin presentar inmediatamente su dimisión, por decencia personal, aunque sea por mostrar un mínimo de respeto a los que pagan las consecuencias de sus decisiones.
Menor crecimiento, mayor déficit, mayor desempleo, peores
expectativas para el 2.016 y 2.017. Diez años de crisis, si, diez, y escasas
perspectivas de que podamos recuperar el nivel que ya teníamos hace quince
años. Si, quince años para atrás, ni en la peor de las tiradas de la oca.
Y estas circunstancias, paradójicamente, se da en una
coyuntura internacional extremadamente favorable: precios de las materias primas estables,
los combustibles fósiles por los suelos, estabilidad macro, propiciatoria del
comercio, economías motoras en expansión, la política monetaria en sus máximos
históricos y posibles, situación en el mediterráneo que beneficia nuestro
turismo,…, ¿qué ocurriría si la situación macro fuese inestable en alguno de
estos factores?
Desde luego que hiríamos a peor, a mucho peor, y tendríamos
algún culpable. Ahora, ni siquiera eso. Simplemente se evidencia el rotundo fracaso de unas políticas que se han manifestado estériles desde el principio para frenar la degradación de la vida cotidiana de demasiados, y se han permitido el lujo, la desvergüenza de cargar la culpa contra los débiles, reprochándoles por haber vivido por encima de sus posibilidades. No se escondan, las posibilidades que el modelo dibujaba.
Volveré sobre mis pasos si eso aporta: No es una crisis del
sistema inmobiliario, no es un problema del mercado financiero, ni tan siquiera
es la supravalorada productividad ni competitividad. No, es una crisis del
modelo. Consiste en que no podemos seguir asimilando desarrollo y crecimiento.
Se acabó, no da más. Los modelos expansionistas están agotados, la
globalización no es la salida, los mercados globales no lo absorben todo, el
crecimiento de la riqueza financiera por encima de la riqueza real peta el
sistema, el planeta, nuestro bienestar, más aún, nuestra equidad.
No tenemos que producir más, tenemos que producir y distribuir
mejor. Tenemos que olvidarnos del PIB y pensar en el índice de Gini, tenemos
que entender que el cambio climático está aquí para cambiarnos la vida, tenemos
que asumir que estamos siendo la primera generación de la historia de la
humanidad que va a conseguir que su próxima generación viva peor que la
precedente.
Mientras no lo entendamos así y nos pongamos a trabajar bajo
esa premisa, no saldremos de esta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario