jueves, 22 de septiembre de 2016

El origen del calentamiento: el monoteismo

(Apuntes de una arriesgada hipótesis)

Al estudiar aquellas causas que han originado el canibalismo que estamos llevando a cabo con el planeta que nos alimenta y abriga, toda pista y bibliografía nos lleva a la revolución industrial, e identifican como profeta del embrollo a James Watt.

Desde aquel 1776, la capacidad técnica se ha multiplicado y el poder del hombre le echa un pulso al ritmo vital de la Tierra.

El análisis puede ser acertado en su concepción técnica y productiva, si bien caben otros ángulos de visión desde el punto de vista conceptual.

Veamos. Son muy numerosas, amplísima mayoría, las culturas que a lo largo de la historia han considerado a la Tierra una diosa, una madre, una fuente de fertilidad y vida. Ahí están Cibeles, Áditi, Pachamama,…, Ahora bien, llegaron otras culturas, a la postre mayoritarias, que adoptaron una visión antropocéntrica de la existencia y el devenir del mundo: lo importante es el hombre y el resto está a su servicio.

Es la concepción del orden establecido que rige las normas básicas de las religiones monoteístas y en especial la judeocristiana. Basta recordar el máximo mandato: “creced y multiplicaos, llenad la Tierra, utilizadla, sois los señores de las plantas, los animales, las aves del cielo y los peces del mar”.

Y cumplimos el mandato de Dios, y aquí hemos llegado. La mayor parte de la sociedad occidental, la avanzada, las primeras economías, el primer mundo se caracteriza por su afiliación a las religiones monoteístas.

Puede ser que Thomas Sancton, periodista de Time, tuviese eso en el subconsciente cuando en 1988, tras evidenciarse la existencia del cambio climático, escribía: "Este año la Tierra ha hablado como Dios cuando advirtió a Noé del diluvio que se avecinaba"

No hacia Sancton sino poner en cuestión los pilares de la cultura occidental capitalista: La centralidad del hombre. Volvía a anteponer el poder de la Tierra al del Dios alejado de cualquier concepción terrenal.

Demasiados dirigentes con amplio poder suelen acudir al medio colectivo para llevar a cabo sus ideas. Con el miedo, se produce un fenómeno asociado, los momentos de incertidumbre multiplica los rebaños de corderos que buscan refugio en los rediles religiosos. En ese crecimiento, la estadística y la sociología más básicas dictaminan que el número de fanáticos crece.


Aunque la técnica y la ciencia marquen un paso y una música distinta, el crecimiento de practicantes de religiones monoteístas en cualquiera de los fenotipos que muestre, es una catastrófica noticia para la Madre Tierra porque el Hombre seguirá siendo el centro, y todo lo demás, a su disposición, y seguiremos actuando como si los límites fuésemos nosotros mismos y haremos oídos sordos a los avisos, los lamentos de lo que nos rodea.


Puede ser una teoría muy arriesgada, pero mientras no seamos capaces de desligar las decisiones macro y  micro políticas de la concepción mundial antropocéntrica, seguiremos caminando hacia el vacío y la autodestrucción.

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