martes, 27 de diciembre de 2016

Los regalos y la ineficiencia económica


Regalar es ineficaz económicamente hablando. Porque el mejor aprovechamiento del dinero lo hace uno consigo mismo. En términos medios, el valor del regalo es percibido por el que lo recibe un 20% por debajo de su precio real. O sea, regalar supone, al menos, una pérdida de valor del 20%.


Cajones, estanterías, trasteros rebosan de regalos inútiles a efectos reales para el que lo recibe. Nadie sabe mejor de sus gustos y necesidades que uno mismo.


Basta mirar el floreciente negocio de las casas de empeño y las páginas de subasta e intercambio en internet. Cientos de Miles dispuestos a transformar en utilidad lo que otro ha puesto en sus manos con cariño. Pero claro, regalar es consumir, el consumo es el motor de la economía, pocas cosas hacen crecer tanto el PIB como una buena campaña de regalos. Todas las instituciones, por activa o pasiva, fomentan el tráfico comercial de regalos.


Regalar para compartir información y dimensionar el cariño. Porque con el regalo queremos demostrar, lo que se quiere o aprecia, lo importante que es el otro. Enorme carencia hay latente cuando necesitamos regalar para hacer visible ese afecto. Va siendo hora de hacer buena la frase de que el mejor regalo, es que estés.


La dimensión simbólica resulta fundamental. Porque no hay peor estupidez que confundir precio con cariño. No es de extrañar que el bebé se asuste pensando que el oso gigante puede comérselo en vez de compartir cuna.


La espontaneidad e iniciativa del regalo. Ese empeño humano en desvirtuarlo todo. Que no se quede ninguna cuñada sin regalo en Navidad porque es Navidad. Esa mutación de la naturalidad hacia la obligación. Lo bonito que resulta recibir un regalo un día cualquiera porque si.


Asomarse a la conciencia del regalo antes de echarnos a la calle o pinchar en el banner. Técnicamente es ineficiente, ineficaz en todos los términos. Regalar en precio es fracasar, regalar en obligación es fracasar, regalar previsible es fracasar.

Regalar hace crecer la autoestima de quien lo recibe. Enaltece y engrandece, alimenta el lado humano, la empatía, la generosidad, la solidaridad. La rentabilidad de regalar se encuentra en el plano social y en el íntimo. Sienta muy bien regalar.

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