sábado, 7 de enero de 2017

HACIA EL ESTADO DE EQUIDAD


La renta del capital es superior a la renta del trabajo. La renta urbana mayor que la agraria. La estructura de la economía refleja los cambios del modelo sociológico. Cada vez más fuerza del capital, cada vez más urbanos en todos los planos de pensamiento y comportamiento.

El creciente poder del capital está llevando a una sociedad más desigual, (deberían darle el Nobel a Piketty con todo lo que ello implica). Una élite, a todas luces y números, extractivista, genera y acumula poder económico y político.

El proceso migratorio desde las zonas rurales hacia las ciudades y la costa sigue un ritmo imparable con independencia de climas y regímenes políticos. Abandonamos a su suerte al territorio, ese que nos da aire, agua y comida.

Añadir, como corolario un efecto demencial: Es mayor la riqueza financiera especulativa generada que la riqueza real. Esto es, el aumento del valor de las empresas, el crecimiento del rendimiento empresarial se basa cada vez más en riqueza volátil, irreal, un apunte en un disco duro que la riqueza generada mediante la producción y fabricación de bienes y productos reales, los que cubren necesidades básicas. Más de la mitad de lo que dicen que se generó en el último año es Humo.

La segunda mitad del siglo XX ha sido el éxito de la sociedad occidental porque ha triunfado la clase media. Un porcentaje bastante alto, en algunos territorios, más del 80% de la población ha alcanzado unos niveles de bienestar envidiables. Mediante el esfuerzo de su trabajo ha conseguido renta suficiente para pagar impuestos, cubrir sus necesidades y alimentar un sistema consumista que ha sido el delirio de los adalides del neoliberalismo. Sistema financiero inflado, acumulación de bienes innecesarios, ostentosidad inecesaria, imagen, glamour, souflé, apariencia, despilfarro, hipocresía, son conceptos con
los que convivimos en esta cotidiana hoguera de las vanidades.

Ni en las mejores de las previsiones de las teorías de entreguerras se podía alumbrar tal progresión económica colectiva. Un éxito sin paliativos a todas luces: Las democracias participativas se consolidan en el mundo gracias a la creciente recaudación de impuestos que permiten a su vez habilitar una serie de servicios públicos que estabiliza todo el sistema.

A partir de ahí, la delegación del futuro en unos profesionales políticos sin proyecto, la hipoteca del sistema empresarial en el consumo de las clases medias y un agotamiento del sistema que excluye a los inútiles para el sistema es todo una.

Crisis cíclicas, consideradas inevitables por los asesores de los sucesivos ministros. Parcheos y reformas que son exclusivamente patadas a seguir, politicas cortoplacistas que dejan los problemas para que los resuelva el siguiente gobierno es el mayor éxito de los últimos veinte años. Hasta la política monetaria ha dejado de ser un instrumento útil. Tenemos un modelo de gestión económico tan rancio como el PIB, ese índice absurdo que hace años que perdió su norte, su identidad y su razón de ser.

Y como resultado, desigualdad, desequilibrio, millones de trabajadores que comprueban que ni por apretarse el cinturón, que ni por trabajar llegan a estar en el mínimo aceptable que le permita presumir en público. 

La necesidad nos vuelve egoistas y en esa búsqueda de la propia supervivencia se generan antisistemas y salvadores de la propia integridad, hoy llamados populistas. De una u otra manera todos lo son cada día un poco más, también ellos son egoistas, el populismo es uno de los pocos mecanismos de supervivencia de la partidocracia que tiene presa a la auténtica democracia, esa que fluye por las venas de la sociedad civil.

Los medios de comunicación, tertulianos y economistas hablan de la manera en que estamos saliendo de la crisis y, a la vez, al otro lado del transistor, más población que nunca está en el límite de la pobreza. La disparidad entre el discurso oficial y la realidad es contundente síntoma de que algo puede estallar. 

Buscar enemigos en otros territorios y otras religiones son sólo maniobras de distracción ante la imposibilidad de asumir las propias responsabilidades, crear fronteras siempre fue una postura vil, torpe, estúpida, y a medio plazo, destructiva.

O entendemos que las salidas deben ser distintas o seguiremos tropezando hasta el infinito. No podemos aspirar a clonar el modelo de los años 60, 60 años después. 

Es hora de enterrar la aspiración del llamado estado de bienestar, que ya cumplió su función y trabajar para desplegar el estado de equidad.

Un modelo inclusivo, en el que todos sean útiles y necesarios. Conceptualizar que de esta, salimos todos y juntos o no será posible porque ese, es el tipo de globalización que es imparable. La tecnología y las experiencias exitosas de estado deben ser los referentes y motores, respetando culturas.

Igual que una deforestación en el amazonas ocasiona monzones en Asia, igual que el deshielo de los polos provoca sequías y desertización en el arco mediterráneo, resulta imprescindible entender que no existen salidas egoístas y locales.

Los Estados tienen su origen y su sentido en una idea muy básica: Defender la integridad, los intereses, la dignidad de los más débiles, de aquellos que no pueden hacerlo por si solos, esos que, en caso de no existir leyes, quedan a merced de los poderosos que, en esos entornos, son los más desalmados.

Es hora de reivindicar ese concepto de Estado. Yendo más allá de la propia integridad física y una justicia básica. Trabajando para que todos podamos aspirar a un mejor mañana, en el que la generación y distribución de riqueza se atenga al único compás posible: El natural.

Desengañémonos, aunque muchos libros y películas lo anuncien, aún queda demasiado lejos la mejor vida en otro planeta al que huyan los ricos. En todo caso, los piratas siempre se las apañarán para seguirlos de cerca. No, los que leemos esto ahora, tendremos que arreglárnosla para seguir viviendo aquí,  a ser posible, sin jaulas de cristal.

Los analistas valientes están reconociendo públicamente que, los más aguerridos neoliberales se están convirtiendo en la práctica, en los más intervencionistas, vigilemos esa paradoja pues en realidad no es más que una reacción defensiva ante el hecho de que el capitalismo salvaje no muestra más que el conocido dicho: el hombre es un lobo para el hombre.

Proyectar la sociedad de futuro pasa por un modelo Político transversal territorialmente, basado en la equidad, aunque sea por el más básico sentimiento de egoísmo: Mis condiciones de vida futura están inevitablemente ligadas a las condiciones de vida de cualquier otra persona en cualquier lugar del mundo. El viejo dicho ecologista se hace social, es indispensable actuar en local pensando en lo global. Cualquier otro modelo nos atrofia, nos empobrece, nos condena.


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