Nunca he esquiado y salvo que tenga necesidad,
nunca lo haré.
La primera vez que subí al techo de la
península ibérica, el Mulhacen, era comienzo del verano. La nieve apenas estaba
recluida a los neveros y entre el mar de peladas piedras grises, tras pasar una
loma, me quedé asombrado cómo, en el circo delante de mí, se erigían esperpénticos
monumentos.
Tras la primera impresión, encontré el
sentido humano de todo aquello. Bases de cemento para imponentes torres
metálicas, cableado de acero, poleas, balizas, indicadores. Las entrañas de lo
que en otros meses es el sustento de las pistas y remontes de la estación de
esquí.
Abandonados en las piedras y el viento, la
sensación de abandono, de chatarrería, era patente, un frío cementerio de
guerra. Y lo que hasta ese momento era una inmersión a la diosa Montaña, ese
reto del hombre por llegar a la cima y superarse a si mismo, por encontrarse a
si mismo, fue violada por lo que me pareció una profanación, un sacrilegio, una
falta de respeto, de civismo.
En aquel momento tenía poco oxígeno y
pensaba menos, pero se quedó grabado en la retina y me sirvió para tomar una
decisión. Nunca, por mi culpa, para mi ego, para mi disfrute pasajero, tendrían
que hacerle nada parecido a ninguna montaña.
Ahora, parece que el negocio del esquí en
la península ibérica disminuye. Como actividad accesoria, lúdica, extra, se ha desinflado
como otros tantos negocios durante los últimos años. De los 6,59
millones de esquiadores en 2.008, se ha pasado en la temporada 2015/2016 a 4,74
millones, un 28% menos. A ello hay que añadir que el ingreso medio por
esquiador ha dado un brusco descenso en los últimos años y se coloca a nivel de
hace diez. Los números no salen ni esquiando para atrás.
Existe un detalle curioso en el modo de comunicación.
Desde diciembre de 2016, en las noticias se ofrecen datos de esquiadores y de
visitantes. Muchas personas suben a la montaña, gracias a las buenas carreteras
e instalaciones a “tocar nieve”, pero van a modo de picnic.
En España existen 33 estaciones de esquí, pocas de ellas
rentables, y cada vez menos. Cetursa, la sociedad pública que gestiona la
estación de Sierra Nevada cerró el 2015 con un fondo de maniobra negativo de
17,9 millones de euros.
Sería lamentable que las empresas explotadoras de esta
actividad lúdica encontrasen salida a su déficit con iniciativas y medidas que
reventaran aún más la Montaña, ideas ya están buscando. No podemos permitirlo.
Respeto mucho lo que cada uno quiera hacer, pero tengo
muchísimo más por nuestro patrimonio histórico y natural, por lo que no
podremos recuperar si ahora lo saqueamos. Que el declive de las estaciones de
esquí, que su déficit, que su inviabilidad económica sirva para recobrar las
Montañas. El esquí es divertido y superficial, las Montañas son insondables y
las necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario