Viajar es una actividad con muchos matices, aristas, que aporta riqueza personal siempre, siempre. Yo me fijo y me llevo en la mochila pájaros, gastronomía, personas. Me gusta observar aves, me enseñan la biodiversidad del lugar, la gastronomía permite disfrutar de la sabrosura, la cultura, el saber de un pueblo. Las personas siempre te aporta el ingrediente esencial, el que hace que un trozo de ti se quede allí.
Hace unos meses pasé y paré por Castanheira da Pera. Ahora todos hemos oído hablar de este rincón en el corazón de Portugal debido a la enorme tragedia humana y ambiental que están teniendo. El día que pasé por allí, era una jornada extremadamente calurosa, recuerdo que pensé al bajarme del coche en la regla del 30-30-30, porque se cumplía: Más de 30 grados, menos del 30% de humedad, viento de más de 30 km/h.). Aquella vez todo fue bien, pero hace unos días, se abrieron por allí las puertas del infierno.
Tengo bien presente la imagen, el escenario de la comarca. El denso pinar acumulaba un palmo de pinocha y piñas en el suelo. La comida de la Casa de Pasto local reunía las habituales bifanas, bacalau y sopas, sin gran pompa pero realmente decente y sabroso.
Lo mejor, compartir un rato con la parroquia local. Gente de campo, jubilada, de los que no pierden la gorra ni las botas de piel vuelta por mucho calor que haga. A ellas nunca se les baja las medias que lucen espigadas hasta las rodillas, las mangas nunca subirán por encima del codo. Junto a ellos, los terruños, algunos centroeuropeos que han encontrado ahí el sitio de sus últimos años, integrados en los tiempos y marcados usos del Portugal rural interior. Son los únicos que amortiguan el continuado descenso de población.
Ese día pusimos la nota de color. No es que pase por allí y pare demasiada gente. Parece que ni el cartel que avisa de Praia Fluvial causa el efecto deseado. Así, que tras las miradas curiosas llegaron algunos comentarios y alguna breve conversación que señalaban claramente su hospitalidad y cortesía.
Castanheira da Pera tiene para mí, olor, sabor, voz. Su tragedia, su dolor también es mío. El territorio es de todos, nuestro.
jueves, 22 de junio de 2017
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