Este coronavirus ha sido entre iguales, cuesta por tanto
rechazar al vecino, al familiar, al compañero. No estamos preparados para
verlos como amenaza. Aún así, la inseguridad se apodera de nosotros.
Pensad si pudiesen distinguirse un pelín, un rasgo
distintivo, desde lejos, como una luz de alerta. Entonces, si se produciría
rechazo primero, repulsión después, odio tras ello. Nótese el rechazo
espontáneo que supuso en Europa el contacto con personas de rasgos asiáticos en
la primera fase de expansión del Virus. Aún no había ningún caso en España y se
vaciaron los restaurantes y comercios chinos, japoneses, vietnamitas. Los
ciudadanos chinos optaron por quedarse en casa ante el rechazo social. Se corre
una hipocondría que brota del cemento abonado de contaminación.
Esta pandemia es entre iguales. Que ocurriría se
viene de diferentes, pongamos por caso las mascotas domésticas, nuestros
perros, gatos, canarios.
Lo digo ya: un repudio, una aniquilación, un odio que
superaría cualquier escala de sensatez. Porque somos débiles, inseguros,
inestables. Como individuos, como colectivo.
No sabemos lo que comemos, ¿vamos a saber cómo protegernos
de males invisibles a los ojos? Lo mismo es que queremos hacer buena la
profecía bíblica y la Torre de Babel está preparada para arder.
La ciencia, la tecnología, los servicios públicos nos ha
llevado a un estado de sobreprotección que puede traducirse en momentos como
estos en indefensión. Somos totalmente vulnerables. Hoy no sabríamos como
encender fuego, como protegernos del frío, donde encontrar agua, como curar una
herida. Netamente dependientes, y eso, en momentos de seguridad, ya lo dijo
Maslow hace que las necesidades básicas arrollen todo lo demás.

La historia de la humanidad se ha caracterizado por llevar
los sistemas al límite para después rectificar, justo cuando no quedaba más
remedio. Entonces se producen las guerras, las revoluciones, la sangre. La
única diferencia en que antes, todo aquello era parcial, esta vez tenemos la
capacidad de que nos lleve por delante a todos. Por eso creo que estamos en un
momento clave, no de la moderna civilización occidental neoliberalista, sino de
toda la humanidad.
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