Que se nos muere el año, el año se nos muere
Que suerte tenerte Ismael. Siempre me quedó la duda sobre si los amigos se escogen, se hacen o se encuentran. Si que estoy convencido que la amistad es una planta delicada, y hay que cultivarla, y cuidarla, como a todo lo vivo. Hay amistades que necesitan tiempo, distancia, sombra, encontrar el lugar adecuado, agua. Es algo que no debemos perder de vista, porque la amistad se basa en la generosidad y la confianza. También como las plantas, que, incapaces de moverse y quejarse están a lo que queramos darles, y ya sabemos, hay personas a las que les florecen las orquídeas, y otras a las que se le mueren los cactus.
Lo que sí está claro es que un error garrafal es equivocarse en elegir los enemigos. Que digo yo, que si atosigas o arremetes a alguien que está en disposición de ayudarte y acabas cabreándola, consigues perder un amigo y forjar un enemigo de por vida, porque tenía confianza en nosotros y se la pisoteamos. Si, es terrible, Ismael, elegir mal a los enemigos.
Ahora que vivimos unos días de exaltación de la amistad le doy vueltas a esto. Que a todos nos alegra que se acuerden de nosotros, que es una alegría recibir un mensaje al menos una vez al año de muchas personas, pero una cosa muy bonita es el cariño y otra distinta es la hipocresía, ¿no te parece? A mí me da que todas esas personas, cada día más, que se declaran antinavideñas y les da por decir que son el Grinch (yo siempre seré de Mr. Scrooge, manías), lo que se cansan es de tanto artificio hipócrita.
En todo caso, sí creo que es una época que desborda afecto y amor, creo que con eso debemos quedarnos, y mejor, buscarlo, que lo hay, y mucho, y sincero. Así que también es un buen momento para reconciliaciones, para recuperar contactos, para decir, que bueno que estás en mi vida. No desaprovechemos esas oportunidades, que con las rencillas y los quejios se nos queda mal regusto, y eso nunca es plato de gusto. Justo la gastronomía es otro de los atractivos de esta época. Toca disfrutarla, con productos nuestros, siempre.
Yo, tú sabes, sigo aprovechando para hacer matria y presumir de productos de mi tierra, y de mi costa. Y siempre explico que además de estar exquisitos es la mejor manera de respaldar a nuestros ganaderos, agricultores y pescadores. Que no digo yo que esté mala la carne de reno o novillo argentino, pero que donde se ponga un cochino de jabugo, un cordero segureño o unas gambas de isla, ya tu me dirás, y además de disfrutarlo, generamos economía y renta entre los nuestros. Sin dejar atrás las verduras y frutas, ojo que te vigilo, que hay que seguir comiendo sano. Si Ismael, consumir es un acto político, porque con cada decisión de compra, con todas, damos alas a unos sectores y arrinconamos a otros. Por eso es tan grande nuestro poder como compradores. Sabías que si un día se pusieran de acuerdo todos los bebedores de Coca Cola y no se consumiera ni una en el mundo, su sistema de producción colapsaría. Lo difícil es precisamente eso, ponernos de acuerdo, pero que el carro de la compra es nuestro mejor carro de combate, no lo dudes por un momento.
Estoy cambiando de hábitos en esos escasos ratos de sosiego. Recordando los tiempos en que no teníamos el teléfono como último recurso y empleábamos los huecos en otras cosas. He sacado la vieja baraja de cartas, la de copas, oros, espadas y bastos, que vaya iconografía guerrera gastamos. He recuperado los solitarios. Y me he dado cuenta, enfrentándome así al azar en sentido abstracto, como puede cambiar la fortuna a su entero capricho, a veces se rinde ante uno por completo, todo sale de perlas, y otras, el azar nos niega el triunfo del modo más rotundo, sin explicaciones, sin cargo de conciencia. He pensado entonces, Ismael, en los deterministas, esos que dicen que da igual lo que hagas, que nuestro destino está ya fijado. A ratos hay que darles la razón, en muchos temas sabes que estamos en un querer y no poder continuo. Pero ya que tenemos una baraja guerrera, tendremos que ejercer, trabajar, patalear cuando corresponda, que al menos unos grados estoy seguro que podremos corregir el rumbo.
Te cuento que me he hecho (en realidad me han hecho, que soy un patoso tecnológico), una tarjeta de visita digital. Se acabó el papel. Una modernidad, Ismael. Un QR que se traslada a la agenda de contactos directamente. Una terrible chulería. El caso, la novedad es que he puesto lo de escritor, que siempre me ha dado tirria ponerlo, que parece que con solo decirlo empieza a rebosarme el síndrome del impostor por todos los orificios del cuerpo. Te confieso que lo he puesto porque me están pasando cosas de tremendo, tremendo orgullo. Gente que habla bien de mis libros, sin saber que soy el autor, personas que me felicitan. ¿Imaginas? Y a mí, que me estalla la cabeza, que me avergüenza y a la vez me sirve de carga rápida. Te dejo el dichoso QR, no vayas a pensarte que es la carta de un restaurante, que eres un vicioso.
No puedo evitar a veces sentirme como Naphta, si, acuérdate, el antiguo jesuita que se dedica permanentemente a poner todo en tela de juicio, con comentarios mordaces, a veces hirientes, audaz y quisquilloso a partes iguales que le encanta debatir adoptando siempre la posición contraria, solo por cuestionar la sociedad. Cierto que en el fondo tiene un sentido de pedagogía duelista con Settembrini. Pero Naphta ve al mundo entero bajo el signo del mal. Recuerda cuando decía que la materia es una sustancia de una calidad demasiado mala para que el espíritu se encarnase en ella. O cuando, al empezar a caer una lluvia fina, y todo el mundo abrió el paraguas al mismo tiempo dijo que eso era un signo de cobardía y de debilidad general, el trivial resultado de la civilización. O cuando dudaba de la justicia porque no sabía de qué justicia se hablaba: de la que abogaba por conceder a cada cual lo que era suyo o de la que quería imponer lo mismo para todo el mundo.
Vaya tipo El Naphta ese, ¿no te parece?, un personaje así me gustaría crear yo para una de mis historias, vaya juego que da.
Entramos amigo en las fiestas, mucho que celebrar. Fíjate que me creo eso de que somos como festejamos, somos como morimos. Por eso tiene tanta fuerza estas fechas, porque llega la muerte del año, no solo en el calendario, también en el sentido medular de la vida. Porque celebramos el solsticio, no es casual que se celebre ahora el día de la Esperanza. La festividad, la algarabía por la espera del parto de María. Y el nacimiento de Jesús, el profeta, precisamente celebrando el fin del tiempo de la oscuridad y el triunfo de la luz, porque es en Nochebuena cuando la luz vence a la oscuridad y las mañanas empiezan a ser más largas. Que todos nuestros ritos, nunca se te olvide amigo, siempre tienen el origen y la explicación en la naturaleza. Las religiones siempre han sido expertas en dar explicación propia a rituales que nos han acompañado todas las civilizaciones
Y ya que sale la religión, y ahora que la conferencia episcopal se mete en asuntos públicos y de política, quizás eso nos dé derecho a meternos (con respeto) en el mundo de la religión. Lo digo porque creo que es oportuno recordar, ahora que en la Nochebuena muchas familias ponen al niño en el pesebre, porque ha nacido Jesús, digo que es oportuno recordar que ese niño nace en un pesebre, en un establo, porque José y María tuvieron problemas con el empadronamiento, la autoridad romana no iba a reconocer al niño y tuvieron que irse. La huida de la Sagrada Familia fue por causas políticas, por xenofobia, por tirria a los inmigrantes. A lo mejor, solo a lo mejor, tuvo eso algo que ver con la afinidad y comprensión que tuvo después Jesús con los pobres y los marginados. Espero que muchos al mirar al niño en el pesebre se acuerden que seguimos haciendo lo mismo.
La traca final de las fiestas, que me encanta, los Reyes, la noche en la que sería estúpido no volver a ser niños. Nunca dejemos de creer en la magia Ismael. Estaba yo pensando que, precisamente con esto de los reyes, unos privilegiados de estas nuevas reglas del lenguaje inclusivo son los ayudantes de los Reyes magos, ¿no te parece? si, los pajes, que con las nuevas reglas de género ya no necesitan disimular haciéndose los pajos ni las pajas. Permíteme la broma.
En estos días cortos de fiestas largas, plegaré velas, aunque siempre acordándome de mis bravos pescadores que se juegan la vida cada día. Sacaré el pico y la pala de los libros y me gustará que me cunda la lectura y teclear para gente linda como tú. Anyway, tenlo tan claro como la luz nueva tras el solsticio, estaré pendiente vuestra.


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