Semen, una historia de amor.

Quién nos mandaría a nosotros dedicarnos a la economía Ismael. Es como si cada mañana, lo primero que te metes en el cuerpo es un batido de política, filosofía, sociología, estadística y matemáticas. Que locura. Pareciera que, en la sociedad de hoy, los economistas fuéramos imprescindibles y que, a la vez, sobramos. Como el chiste, hacemos muchísimo en el corto plazo que significa nada en el largo.

Fíjate, el otro día, en las noticias, hablaban de la oferta y la demanda. Se han publicado las cifras de la inflación y los alimentos no paran de subir de precio. Los chinos ahora beben café, se ha disparado la demanda. A la vez, sequía e inundaciones en los países productores, África y Brasil, hace que se coseche menos café, a la vez, como hay más gente que quiere beberlo, sube el precio. Soluciones a esto las hay, podríamos, por ejemplo, aunque alguno no lo crea, vivir sin café, podríamos dejar de tomarlo y eso que nos ahorramos. Lo que no podemos, sin embargo, es vivir sin beber agua, pero el agua es proporcionalmente muy barata. Párate a pensarlo, empleamos a diario grandes cantidades de agua, más de 140 litros por persona y día, pero no pensamos en la factura del agua. En cambio, los diamantes, absolutamente prescindibles, son carísimos. La paradoja de los diamantes y el agua. Cuantas más vueltas le doy, más claro tengo que la mente humana vino de otro planeta, porque a las leyes de éste, no se ajusta. Nosotros, como economistas, bregando todos los días para encontrar explicaciones y salidas, ya nos vale. Porque si a todo eso le añadimos que en la mente humana está la semilla del odio y las guerras, encontramos la explicación a que algunos países y sus dirigentes sátrapas estén interesados en seguir alimentando la maquinaria de la guerra, porque esa dinámica hace subir el PIB. La trampa neoliberal en la que nos han metido Ismael de la que tanto no está costando salir.

Que raro me siento. Tengo un hormigueo de intranquilidad como si hubiese hecho algo malo. Como si entre todos estuviésemos haciendo algo que sabemos que es nocivo, y en vez de corregirnos, lo estamos empeorando. Te lo digo porque en estos días de septiembre me estoy acordando mucho de los últimos fusilamientos de la dictadura de Franco. Los de Otaegui en Burgos, los de Jose Humberto Baena, Jose Luis Sánchez, Ramón Garcia, en Manzanares, y de Juan Paredes en Barcelona. Se cumplen 50 años justo ahora Ismael. Supuso en la práctica el derrumbe del régimen, la Constitución abolió la pena de muerte, pero tuvimos que esperar a un decreto del 95 para que se anulara la pena de muerte también en circunstancias excepcionales. Hace 50 años, nuestro gobierno mataba Ismael, así de crudo. Pienso mucho en ello y lo asocio a lo que decimos hoy de la debilidad de las instituciones, motivada en mi opinión por las corruptelas, pero sobre todo por la incapacidad e incompetencia de algunos con nula visión de estado, pero eso no puede nunca derivar en violencia. Porque cuando un gobierno mata lo único que demuestra es debilidad extrema, cuando se tiene el poder y además se ejerce por la fuerza, es porque ellos mismos saben que no tienen la razón. La opresión de los señores feudales en versión moderna, privar de libertades, restringir el pan, lo mismo que hacen ahora dándole a la clase trabajadora los servicios básicos justos para frenar el descontento, pero solo lo imprescindible, sin abordar de verdad medidas ecosociales que nos permitan caminar hacia la desaparición de las desigualdades. Si, hace 50 años, nuestro gobierno mataba, y aún hoy quedan aspectos sustanciales de la verdadera democracia por mejorar.

No se puede estar normal cuando la vida acaba de darte una patada en la boca del estómago. Aunque lo intentes. Aunque pongas todo el empeño en mantener la compostura y nada se note, no se puede estar normal. Apenas alguien te mira, puede verse esa ligera curvatura en la espalda que denota encogimiento y dolor, y el ceño permanece ligeramente fruncido, entre el estreñimiento y el asco.

A mí se me nota, vaya que si se me nota, desde lejos, que no lo puedo evitar ni remediar. No puedo estar normal. Y, además, no quiero. ¿La cara es el espejo del alma? Pues eso, quizás deberíamos mirarnos más tiempo y con atención a la cara en vez de tanta pantalla.

Estoy poniendo mi granito de arena para acallar a los odiadores. Ismael, no te asustes si te das cuenta que tengo menos amigos en Facebook, y sobre todo, espero no te siente mal si ves desaparecer a alguien cercano, pero tengo que ser tajante, he adoptado un criterio y por respeto a mí mismo debo respetarlo: estoy eliminando de mi lista de amigos en redes sociales, y en mi vida cotidiana, que es la importante, a todos los odiadores. Que digo yo que ya hay bastantes cosas por hacer, suficientes causas a las que sumarse y ayudar, que dedicar el tiempo y la energía a ir en contra de. Mejor que vencer hay que convencer, así que está decidido, yo, del lado de los que construyen y argumentan, de los que trabajan, de los que se comprometen. Soy de la tesis que, si nos dedicamos a escupirnos continuamente, llegará el día en que, por cualquier motivo absurdo, acabemos apuñalándonos. Que caigamos de nuevo en ese gran error histórico me parece demencial.

¡Ah! Lo del título de hoy. No, no tiene que ver con nada que me haya pasado, ni nada especial que quisiera contarte, es una broma. Es solo que, como sabes que soy muy mal titulista, cuando me viene algún título que me parece que tiene gancho, lo apunto, y esta frase me ha parecido buena, Semen, una historia de amor. Creo que tiene mensaje, por su verdad o por su ironía, para según quien la lea.

Sigue por favor contándome esas cosas interesantes de tus viajes, de tu trabajo, de tu gente. Porque me interesa, porque es muy sano el compartir, porque rompe esta puta distancia que nos impide el abrazo cotidiano, Ismael. Aunque a veces pueda no parecértelo, para mi eres importante, y qué leches, en lo que debemos estar es en las dificultades, que no hay nada más duro que sentirse solo, que en embarcarse en travesías solitarias, de duelo, por ejemplo. Porque a mí, que lo sepas, me pasa lo mismo que a ti, que me entra vértigo cuando se nos muere alguien querido demasiado joven, demasiado rápido, demasiado cerca. La vida, querido, es un campo de minas en la que, con el paso del tiempo, las bombas estallan cada vez más cerca. A todos nos parece tremendamente injusto que la guadaña siegue proyectos de vida aún por culminar, a gente que está en su mejor momento, que tiene aún tanto que ofrecer. Que duro, que duro amigo, bien que lo siento. Yo no la conocía tanto, pero, sinceramente, comparto tu dolor.

Cuando pienso en esta frase, la de compartir el dolor siempre se me aparece mi admirada Concha Caballero. Para mí fue un hito conocerla, compartir espacio con ella, lo que me enseñó. En aquella entrevista que le hice para el canal de youtube que montamos, (vaya tiempos aquellos del inicio del youtube), estaba nerviosísimo. Estuve dos semanas preparando lo que iba a preguntarle. Una de las cuestiones que le planteé, era sobre ese debate interminable de identificación de las ideologías, le pregunté en qué se diferencia una persona de izquierdas de una persona de derechas. Lo recuerdo perfectamente. Se quedó serena, pero seria, dejó de mirar a la cámara, me miró a los ojos de esa forma que sólo saben hacer los maestros con experiencia, y me dijo que se sabe que una persona es de izquierdas cuando siente como propio el dolor ajeno.

Se me erizó toda la piel al instante, porque es una idea que desborda verdad. Porque si sientes como propio el dolor, aunque sea de otros, existe una fuerza interior que hace que te muevas para frenarlo, tienes esa inquietud que te hace publicar en redes, participar del debate, ir a manifestaciones, firmar escritos, lo que pueda ser útil que esté a tu alcance. Por eso, en medio de tanto baño de sangre, en la atrocidad de este holocausto televisado en Palestina, aunque estemos llegando tarde, aunque estemos haciendo aún muy poco, si que es una luz de esperanza que el pueblo español sea el que más se está activando, denunciando la situación y pidiendo que el exterminio de inocentes acabe cuanto antes.

Me parece importante Ismael, porque me parece cierto que, en esta situación, además de evitar muertes inocentes, de reconocer la dignidad de un Pueblo, nos estamos jugando mucho del orden mundial de los próximos años. Porque si triunfa la ley de la fuerza y el poderoso en la peor de las versiones del colonialismo económico, te aseguro, palabra de economista, que ninguno de nosotros estaremos entre los elegidos que saldrán beneficiados. Porque en este complejo entramado social, económico y político, las consecuencias de guerras en otras partes del mundo acaban transformadas en nuestros pueblos y ciudades en peor sanidad pública, peor educación pública, encarecimiento de los precios, falta de acceso a la vivienda, pauperización de los salarios. Que ya lo advertía el otro día en el periódico mi admirado Fernando Faces, cuidado con la siguiente ola de inflación, que puede darnos un revolcón a los trabajadores de aúpa.

Nada, que me lío, disculpa, que pretendía darte un abrazo muy cariñoso por tu pérdida y acabo hablándote de geopolítica y derechos sociales, no tengo remedio, espero me disculpes.

He metido en la nevera una botella de Jarampa para que pruebes el vino que han bautizado así por el título de mi libro, que alegría me ha dado Raul de Bodega Margarita. La mantengo fresca para cuando llegues. Y unas huevas de pez espada, que es mi último descubrimiento gastronómico, te he guardado un trozo para que las pruebes, pero no tardes en venir que no sé cuanto tiempo voy a poder resistirme.

Beso,

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