Subir a la terraza
Cierra la puerta tras de si, con un golpe seco, contundente, decidido. Se sienta en el escalón. A veces clava su mirada triste, tristemente serena en una esquina cualquiera y así permanece varios cadenciosos minutos. Otras, en vez de sentarse, parece derrumbarse y tal como cae se echa las manos a la cara y solloza.
Sale a su terraza en chandal, en bata, en vaqueros, en ropa de andar por casa, llega a su rincón a cielo abierto para aislarse de los otros. Es su hueco, su momento para escapar un rato de su encorsetado mundo y saca fuera, entrega al aire un cacho de su pena.
Espero, deseo que ella a mi no me haya visto nunca pues a la rabia por la impotencia que ya siento, tendría que unir la vergüenza de haber sido descubierto como fisgón.
He tenido algún vez el impulso de saludarla por la calle y buscar la forma de darle ánimos, de buscar caminos para ayudarla, pero no tengo derecho, no puedo.
Es ella la que tiene que romper las ataduras y salir de sus círculos viciosos. Cada uno debe tomar las riendas de su vida, no dejar que las circunstancias nos dominen, aunque a veces, desde lo profundo del pozo la luz quede demasiado alta y escalar los muros que nos rodean y asfixian se haga una tarea utópica.
Ella es de las escasas personas que me alegro de no ver demasiado. Cada día que no sale a su terraza la vida me da un pellizco de alegría, entiendo que ha encontrado otras cosas, otras personas en las que sostenerse.
Retrato en pastel y grafito de Susana Weingast
No la he visto llegar nunca al llanto desconsolado, es probable que haga ya mucho tiempo que asumió, aprendió que la desesperación no es la meta.
Espero, deseo que ella a mi no me haya visto nunca pues a la rabia por la impotencia que ya siento, tendría que unir la vergüenza de haber sido descubierto como fisgón.
He tenido algún vez el impulso de saludarla por la calle y buscar la forma de darle ánimos, de buscar caminos para ayudarla, pero no tengo derecho, no puedo.
Es ella la que tiene que romper las ataduras y salir de sus círculos viciosos. Cada uno debe tomar las riendas de su vida, no dejar que las circunstancias nos dominen, aunque a veces, desde lo profundo del pozo la luz quede demasiado alta y escalar los muros que nos rodean y asfixian se haga una tarea utópica.
Ella es de las escasas personas que me alegro de no ver demasiado. Cada día que no sale a su terraza la vida me da un pellizco de alegría, entiendo que ha encontrado otras cosas, otras personas en las que sostenerse.
Retrato en pastel y grafito de Susana Weingast
Comentarios
Un saludo.
Un saludo
Rocio