No la he visto llegar nunca al llanto desconsolado, es probable que haga ya mucho tiempo que asumió, aprendió que la desesperación no es la meta.
Espero, deseo que ella a mi no me haya visto nunca pues a la rabia por la impotencia que ya siento, tendría que unir la vergüenza de haber sido descubierto como fisgón.
He tenido algún vez el impulso de saludarla por la calle y buscar la forma de darle ánimos, de buscar caminos para ayudarla, pero no tengo derecho, no puedo.
Es ella la que tiene que romper las ataduras y salir de sus círculos viciosos. Cada uno debe tomar las riendas de su vida, no dejar que las circunstancias nos dominen, aunque a veces, desde lo profundo del pozo la luz quede demasiado alta y escalar los muros que nos rodean y asfixian se haga una tarea utópica.
Ella es de las escasas personas que me alegro de no ver demasiado. Cada día que no sale a su terraza la vida me da un pellizco de alegría, entiendo que ha encontrado otras cosas, otras personas en las que sostenerse.
Retrato en pastel y grafito de Susana Weingast
2 comentarios:
Antonio! Muchas gracias por visitar mi blog. Aqui tienes a una lectora mas!
Un saludo.
Martha, soy una conocida de Antonio,Me encanta tu relato
Un saludo
Rocio
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