viernes, 25 de febrero de 2011

Congelada

Para evitar distorsiones, los valores de referencia para las grandes decisiones de índole económico se toman en el denominado año base. A continuación las subidas y bajadas de estas cifras en los años sucesivos se convierten en buenas o malas noticias.

El 2010 según todos los indicadores ha sido malo, hay pocos sitios por donde coger al fatídico año pasado. Datos de PIB, desempleo, tasas de productividad, IPC…, nada, que no hay donde mirar.

Aunque en la calle se palpa, y son conversaciones de todos los cafés, es más complejo conocer cómo se siente el ciudadano, el español. Pero es importante, hay que intentar aproximarse a esa realidad, al fin y al cabo, la suma de cómo nos sentimos los españoles, forma el país.

Las encuestas son una herramienta siempre sesgada, parcial y sujeta a interpretaciones interesadas, pero si que hay otras referencias que pueden ayudarnos a entender lo que está pasando en las aceras de nuestras calles, en los salones de nuestros hogares.

En el año 2010, ha bajado el nivel de confianza de los ciudadanos, ha bajado, por primera vez en muchos años de serie histórica, el volumen en kilos de los productos de nuestra cesta de la compra, pero también ha bajado el dinero que nos hemos gastado (descenso en valor), ha bajado el número de hipotecas y el nivel de endeudamiento. Todos ellos son indicadores del nivel de consumo, de la no alegría en el gasto. Sin embargo si ha eso le añadimos que en el 2010 también ha descendido el nivel de ahorro la cosa se hace muy pálida.

Porque las familias han consumido menos, han racionalizado el gasto, han comprado menos productos y más baratos, no se han endeudado, pero a la vez eso no ha hecho que se consiga guardar más, el dinero no gastado, tampoco se ha ahorrado, ¿Dónde está? Sencillamente, no está, no lo tenemos.

La combinación de todos los factores ofrece un demoledor resultado, el poder adquisitivo, la renta disponible de los españoles ha sufrido una caída neta muy importante en el ejercicio 2010. Las familias españolas son netamente más pobres.

Considerando que las expectativas para los próximos meses no son buenas, los dramas a pequeña escala van a multiplicarse y el desasosiego y pesimismo puede tornarse ofuscación, desesperación y rabia en no pocos casos.

Hace unos días, hablaba en estas mismas páginas sobre lo peligroso de la desconfianza en las instituciones del estado. Si a eso le añadimos ingredientes de necesidad económica, las medidas de acción enérgicas y urgentes de reactivación de la economía se hacen indispensables.

Por eso no entiendo por qué los dirigentes de administraciones estatales, autonómicas siguen con un discurso de flauta y trompeta cuando
 el motor español está parado, cuando la economía del país está congelada. Si tienen que ir a pedir que pidan, si tienen que reconocer que se equivocaron que lo hagan, si tienen que admitir que lo de que España era una superpotencia es mentira, que lo admitan. Que se traguen su orgullo, su codicia, su gloria si con ello ayudan a las familias de este país. Por lo menos ese, su último gesto, les honraría, el pueblo que es sabio, los respetaría.

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