jueves, 24 de enero de 2013

Finales dulces


En un mundo repleto de infelicidad, a todos nos gusta sumergirnos en historias con finales felices.

Cuando vamos al cine, cuando leemos un libro, incluso cuando algún amigo nos cuenta una aventura, esperamos, ansiamos, que el final sea bueno, que acabe bien, con la felicidad de los protagonistas. Si barruntamos un final tremendista, el gesto instintivo es de huida, de evasión. No es agradable que el desenlace sea fatal y que nos deje un sabor agridulce en la boca, en el cuerpo.

Porque nos gusta sentirnos un poco ellos, como los protagonistas, reímos con ellos, y es que también sufrimos con ellos y nos gusta sentir, que cuando todo acaba, los baches del camino merecieron la pena.

Siempre me queda la duda de si la felicidad es el objetivo o es el camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La felicidad está en el camino y no en la meta. No hay que perseguir nada, solo hay que fluir.