En un mundo repleto de infelicidad, a todos nos gusta
sumergirnos en historias con finales felices.
Cuando vamos al cine, cuando leemos un libro, incluso cuando
algún amigo nos cuenta una aventura, esperamos, ansiamos, que el final sea
bueno, que acabe bien, con la felicidad de los protagonistas. Si barruntamos un
final tremendista, el gesto instintivo es de huida, de evasión. No es agradable
que el desenlace sea fatal y que nos deje un sabor agridulce en la boca, en el
cuerpo.
Porque nos gusta sentirnos un poco ellos, como los
protagonistas, reímos con ellos, y es que también sufrimos con ellos y nos
gusta sentir, que cuando todo acaba, los baches del camino merecieron la pena.
Siempre me queda la duda de si la felicidad es el
objetivo o es el camino.
1 comentario:
La felicidad está en el camino y no en la meta. No hay que perseguir nada, solo hay que fluir.
Publicar un comentario