El salario sigue siendo un valioso indicador de posición
social. No lo es todo el dinero, pero como unidad de medida en el ámbito de
mercado es la referencia. Aunque en las organizaciones cada uno debe recibir en
función de su valía y de lo que aporta, cuestión de la que soy firme defensor,
la realidad marca otras pautas y otros ritmos.
Comisiones Obreras acaba de publicar los salarios de las mayores empresas españolas, las que cotizan en bolsa y se comprueba que las
diferencias retributivas entre unas personas y otras son abismales,
inexplicables, sobre todo cuando tienes ocasión de conocer a directivos y a lo
que el estudio llama “empleados medios”. En algunos casos los directivos cobran
más de 180 veces lo que un empleado medio, de media, un CEO del Ibex cobra 158
veces más que un empleado medio de su compañía. Los escalones salariales en
estas compañías son casi escaleras al cielo, y a la porra los manuales que
recomiendan no más de cinco escalones retributivos.
La situación se ha polarizado en el último año. Sin duda los
ajustes salariales, los recortes de plantilla, las jubilaciones anticipadas,
los contratos basura para los que llegan hacen su labor. Hoy, las pirámides de
las grandes compañías han estrechado su base y engordado su ápice. Podría
decirse que algunas tienen un gran chichote en la coronilla.
Las retribuciones del capital también han aumentado. Los
accionistas están contentos, los directivos están contentos. En un binomio
macabro, ambos parecen olvidarse del papel que las empresas tienen que jugar en la
sociedad. Concentración de capital, concentración de poder, oligarquía que cada
vez se hace más selecta, también más endogámica. Que tengan cuidado con la
experiencia de algunas familias históricas con enfermedades hereditarias.
Angus Deaton, nobel de economía dice que “los economistas no
nos ponemos de acuerdo sobre si la tremenda disparidad de salarios en el mundo
está justificada o no pero, entre tanto, se genera una creciente masa de ricos
cuya contribución social es difícil de identificar”.
Y se incorpora así una variable crucial. El papel de las
empresas, de las grandes compañías en la sociedad. Como grandes generadores y
gestores de riqueza, las empresas tienen obligaciones sociales más allá de lo
que la ley tributaria pueda marcar. Su papel en una adecuada distribución de la
riqueza es crucial para evitar graves problemas sociales a medio plazo. No
consiste en el maquillaje de los manuales de RSC ni en las aportaciones a ONGs,
ni siquiera en ciertos programas sociales, consiste en asumir la
responsabilidad de que son, quizá los agentes que mayor impacto producen en el
medio y en la sociedad cuando el marco de juego es la democracia y el libre
mercado.
Desde el piso enésimo del rascacielos de oficinas, los
directivos se piensan por encima del bien y del mal. Sólo por eso están dejando
de merecerse el salario que perciben.
4 comentarios:
Me parece una reflexión profunda. El tema de la distribución de la riqueza en las grandes corporaciones merece un análisis serio y una acción inmediata. La pirámide puede volcar por inestabilidad.
Gracias Antonio!,
Cierto que no se percibe la situación como si de un peligro serio se tratase, pero no olvidemos que la liberalización del movimiento de capitales, las reformas normativas, los tratados de comercio, la tendencia globalizadora, está otorgando a los dirigentes de empresas un poder que excede en gran medida su responsabilidad estrictamente organizativa y de mercado.
O asumen las grandes corporaciones su importante papel social, de equidad, de sostenibilidad y de búsqueda de equilibrio, o la concentración de poder puede llevarnos a una situación ciertamente complicada.
Un abrazo!
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